Repositorio Noticias UNAB

Director de Psicología de la UNAB advierte sobre la necesidad de considerar de forma responsable la depresión

Estar deprimido puede ser un estado que una persona admita padecer por diversas razones, desde una discusión en el trabajo hasta por el término de una relación amorosa. El uso actual del termino es tan frecuente, que ha llevado muchas veces a confundir un trastorno complejo y reducir su solución sólo al uso de fármacos, […]

Estar deprimido puede ser un estado que una persona admita padecer por diversas razones, desde una discusión en el trabajo hasta por el término de una relación amorosa. El uso actual del termino es tan frecuente, que ha llevado muchas veces a confundir un trastorno complejo y reducir su solución sólo al uso de fármacos, olvidando que se requieren opciones terapéuticas definidas según la lógica y singularidad del caso a caso.

La depresión se ha transformado en una palabra de uso común. Puede significar “todo”, pero también paradojalmente nada. Su definición abarca desde lugares comunes, modelos culturales de éxito e incluso intereses ligados al desarrollo de la industria de los fármacos.

Pese a su relevancia, sostiene Patricio Celis, Director de Psicología de la Universidad Andrés Bello, el término “depresión” no expresa la complejidad de la discusión clínico conceptual, que al padecimiento en cuestión sustenta. “Depresión es un concepto del Siglo XX, de inspiración comportamentalista y psicofarmacológica, que surge y al mismo tiempo eclipsa, una interesante y amplia discusión psicopatológica clásica (del siglo XIX), destinada a comprender la singularidad, las probables vías de asociación con otras afecciones, de un cuadro más complejo, grave y diverso en sus manifestaciones que es la Melancolía”, aclara.

Sin embargo, de esa discusión original poco se conserva. En su reemplazo depresión se entiende hoy como un término que responde a las exigencias del mundo moderno, propio de una Psiquiatría y Psicología descriptivas, “que operan principalmente con la categoría de ‘trastorno’, útil en la lógica de los sistemas destinados a clasificar las enfermedades mentales”, indica Celis.

¿Es la Depresión una enfermedad?

Es desde esa mirada que la depresión se transforma en una enfermedad. Actualmente, incluso se habla del «Mal del Siglo», con una fundamentación fisiopatológica cada vez más clara gracias a los avances de la neurofisiología moderna. De esa forma, explica el director de Psicología de la U. Andrés Bello, se define como una enfermedad padecida por millones de personas a lo largo del mundo, asociada a distintos niveles de intensidad, desde leve, moderado a severo. Además, se relaciona a diferentes trasfondos etiológicos, endógeno o reactivo, y a distintas formas de evolución, presentación y constelaciones sintomáticas.

“Con estrategias preventivas y terapéuticas, de lo que se podría denominar una especie de ‘Burocracia Sanitaria Internacional’, en su versión más extrema, considera que toda variación con respecto a un modelo ideal de salud, que afecta la capacidad productiva de los sujetos, que deteriora su ánimo, su disposición a trabajar, su motivación y capacidad para experimentar placer, para descansar, entre otros aspectos, necesariamente constituye una enfermedad o trastorno diagnosticable de manera estandarizada y tratable principalmente con fármacos”, explica el psicólogo.

El problema de esa definición de “enfermedad”, señala Celis, es que podría condicionarla fuertemente a determinantes culturales y de época. De ese modo, dice el experto, por ejemplo, el mismo estado en otro momento de la organización cultural de occidente, pudo bien haber sido designado como “flojera”, actitud negligente, o simple desidia.

“Hoy las personas son sometidas a patrones de exigencia, estándares de productividad, formas de interacción, tipos de relación con el placer y la felicidad, cuyos efectos, difícilmente podríamos dejar de esperar, se traduzcan en importantes fluctuaciones anímicas, en más de una oportunidad durante su existencia”, argumenta. Desde ese punto de vista, seguramente todos los individuos podrían ser considerados como cursando una depresión de intensidad “leve” o “moderada”, siguiendo las indicaciones diagnósticas propias de los enfoques descriptivos. Pero también, como “flojos improductivos”, establece Celis, si se considera según las categorías del mundo post revolución industrial, centrado en la productividad y en la capacidad de trabajo individual.

Todo ello, por lo tanto lleva a reflexionar sobre ¿cuántos episodios de tristeza puede padecer un sujeto sin ser considerado enfermo?, ¿por qué es necesario transformar en patología el cuestionamiento del sentido de la vida? En respuesta a ello, Celis, indica que toda sintomatología que afecte el ánimo, que desoriente con respecto a aquello que resulta beneficioso, motivador y placentero, que desarticule la capacidad para descansar, para relacionarse con otros, para producir competentemente y que incluso implique un profundo cuestionamiento del sentido de la vida, entre muchos otros aspectos, es única y exclusivamente una enfermedad.

Más que fármacos

Y si se trata estrictamente a un desbalance de neurotransmisores y debe ser tratada como tal ¿se resuelve únicamente con fármacos? “Sorprende hoy en día la proliferación excesiva del diagnóstico de Depresión, asociada también a una prescripción también masiva y a veces indiscriminada de fármacos antidepresivos, apoyada en los avances de las investigaciones neurofisiológica que parecen descubrir cada vez con más precisión, los neurotransmisores y mecanismos fisiológicos implicados”, agrega.

Sin embargo, tras ese hecho, advierte el psicólogo, también existen los legítimos intereses de grandes empresas transnacionales, productoras de psicofármacos y cuya comprensible aspiración, es la de promover una idea de salud, compatible con poder demostrar la eficacia de sus productos. Pero los psicoanalistas y psicólogos observan con frecuencia la resistencia de muchos de sus pacientes a ser tratados exclusivamente con fármacos.

El Psicoanálisis, indica Celis, de su profunda y sutil comprensión de la subjetividad humana, ha sostenido históricamente, que si se transforma a la tristeza o al malestar en la cultura en una enfermedad, es la humanidad en toda su extensión la que debería ser considerada como enferma. No se debe reducir el estado necesariamente a una patología, advierte, sino ampliar su comprensión como un hecho, cuya lógica debe encontrarse en la singularidad del caso a caso, más que en los alcances de las estandarizaciones descriptivas y de la cuantificación objetiva.

“Es necesario poder comprender el trasfondo subjetivo que explica por qué para algunas personas, una a una, la vida parece detenerse, carecer de todo atractivo en sus diferentes dimensiones, hasta el punto de querer tratar o incluso conseguir autoeliminarse”, dice el director de Psicología.

La depresión vista desde esos términos, apunta a la existencia de estados que requieren una consideración amplia, compleja y profunda. Estado que expresa la forma particular en que un sujeto enfrenta problemas fundamentales para su vida y que son vividos como excesivo, asociado a necesidades y posibilidades terapéuticas que deben ser definidas apelando a la lógica y singularidad del caso a caso. “Reducir el enfoque a consideraciones masivas, estandarizadas por las evidencias, nos expone a operar con categorías ideológicas, a veces excesivamente moralizantes, pero escondidas tras la fachada de lo “experimental”, de lo científico, de lo objetivo; situación ciertamente riesgosa en cuanto a sus alcances éticos”, concluye Patricio Celis.

Recuerda enviar tus comentarios a abmedios@unab.cl  y síguenos en el twitter @noticiasunab.

Paulina Sepúlveda

paulinasepulveda@unab.cl

Escrito por: Prensa-UNAB