CONOCE A TU PROFE: El camino de un estudiante que llegó a dirigir su Escuela y a ser un referente en la prensa
Fernando Torres se tituló en el 2005 en la Escuela de Química y Farmacia de la U. Andrés Bello, luego fue profesor, pasó a ser secretario académico y hoy es su director. Esta es la historia de un profesional que demostró que los méritos sí existen y que la perseverancia es la clave del éxito.
Si bien en nuestro país es frecuente escuchar que hay puestos de trabajo o cargos en determinadas organizaciones que aún se deben a lo denominado “pituto”, aquellas redes de contacto activas basadas en amistad y parentesco, lo cierto es que el caso de Fernando Torres Moscoso (46 años), director de la Escuela de Química y Farmacia de la U. Andrés Bello, puede destruir por completo esa creencia.
¿La razón? Con disciplina, perseverancia, dedicación y compromiso, este profesional supo, paso a paso, llegar al éxito y hoy dirige una de las Escuela de Química y Farmacia más prestigiosas del país y como un referente en toxicología es requerido por los medios de comunicación.
Fernando Torres se tituló en el 2005 en la Escuela de Química y Farmacia de la U. Andrés Bello, luego fue profesor, pasó a ser secretario académico y hoy es su director.Esta es la historia de Fernando Torres, quien se tituló de Químico Farmacéutico en la UNAB en el 2005 y tres años después ya era secretario académico.
¿Por qué estudió Química y Farmacia?
Desde chico me gustó la Química y Biología, las Ciencias Naturales en general. Me llamaban la atención los medicamentos, saber sobre enfermedades y sus tratamientos. Soñaba con descubrir nuevas sustancias que sanaran a las personas enfermas. Con mis padres, siempre vivimos en casas grandes y en una de las habitaciones me habilitaron un escritorio, donde en un rincón yo inventé un “laboratorio” con tubos de ensayo que me regalaron y unos frasquitos…ahí hacía “experimentos” y mi máxima felicidad fue cuando para una Navidad, el Viejito Pascuero me regalo un microscopio. En él miraba desde bichos hasta partes de las plantas, tierra, agua, lo que fuera. Mi padre era un hombre mucho mayor, diabético, hipertenso y otras cosas más, desde chico lo vi delicado de salud y siempre lo acompañaba al médico y después a la farmacia. Yo estaba a cargo de darle sus medicamentos y recordarle cuando quedaban pocas pastillitas en la caja, para que comprara más. Me preocupaba por su salud en todo sentido, era una especie de juego y complicidad que teníamos. Creo que eso también contribuyó a que me interesara por este mundo.
¿Se vio esto reflejado también en sus estudios?
Sí, mis mentores fueron mis profesores de Química y Biología del Colegio, estudié en el mítico Liceo Manuel de Salas, que en ese entonces fomentaba mucho el interés por la ciencia. Agradezco a Hugo Toncio, Mónica Manríquez, Mónica Miranda y Margarita Barckhahn, porque me motivaron e inculcaron el amor por la ciencia y la vida. Desde sexto básico comencé a tomar talleres de Química, en los cuales hacíamos muchos experimentos y yo alucinaba. Luego en la enseñanza media me siguieron motivando y ayudando para que me fuera bien. Aún tengo contacto con dos de ellos.
¿Cómo llegó a la toxicología y qué ha significado esta área en lo personal?
La toxicología llego a mi vida de manera casual, cuando estudiaba Química en la Católica, me ofrecieron un trabajo part time en un laboratorio de toxicología, para que colaborara en un estudio. Fui aprendiendo los análisis y me dejaron de reemplazo, después como parte del equipo. Ahí descubrí que la Toxicología es una disciplina que integra conocimientos, aplicas todo lo que aprendes y debes siempre estar actualizado. Es un área de la profesión en la que debes saber de todo. Además, el mundo de los venenos es apasionante porque están presentes en todo ámbito y en nuestro entorno. Me ha traído muchas satisfacciones y crecimiento profesional y me apasioné con ella.
¿Cuáles han sido sus logros en lo profesional?
Mi mayor logro es estar donde estoy. Desde niño me encantaba hacer clases, tenía una pizarra con tiza, donde le hacía clases a mis primos y a mi nana, siempre soñé con ser profesor y trabajar en una universidad. Desde antes de titularme, ya hacía clases, y cuando me ofrecieron un cargo de planta logré un sueño, luego cuando asumí la Dirección de la Escuela me sentí pleno y realizado.
¿Qué recuerda de su época de estudiante?
De estudiante universitario en la Católica, muchos recuerdos con amigos, horas de estudio y pasarlo bien, una época de cambios en todo sentido, que yo observaba expectante, plenos años ´90. Cuando estaba en la mitad de mi primera carrera vino una época difícil para mí en el ámbito familiar y me tuve que poner a trabajar y estudiar, cosa que no se estilaba mucho en esa época. Cuando estudiaba Química y Farmacia en la UNAB, trabajaba y estudiaba y no tenía mucho tiempo para nada. Fue una época de mucho sacrificio, pero valió la pena. Recuerdo con más cariño y alegría mi época de colegio, en los años ´80.
¿Qué es lo más complicado de ser docente?
Tal vez lo más complicado es cuando vez que entregas al máximo tu cariño y dedicación y no tienes las respuestas que esperabas. O cuando algún alumno se enferma o tiene problemas graves, y te haces parte de «ello.
Usted aparece con cierta frecuencia en los medios de prensa. ¿Cómo llegó a ellos y cuál es su relación con la prensa?
Mi relación con los medios de comunicación es súper buena, me relaciono con prensa escrita, radio y televisión. Los medios me invitan. Llegué a ellos siendo académico a través de la periodista de Salud de la UNAB. Me encanta trabajar con la prensa, es una forma de acercarme a la comunidad, de aportarle mis conocimientos. Los medios me han permitido educar y contribuir a la prevención.
«Desde antes de titularme, ya hacía clases, y cuando me ofrecieron un cargo de planta logré un sueño, luego cuando asumí la Dirección de la Escuela me sentí pleno y realizado».
¿Cuáles son sus planes en lo profesional de aquí a 5 años?
Me gustaría seguir creciendo junto a mis colegas en la construcción de esta Escuela, que creo es potente y reconocida. Tal vez, publicar más artículos científicos y escribir un libro.
Usted trabaja harto, pero ¿qué le gusta hacer en su tiempo libre?
Muchas cosas, no descanso nunca: me gusta cocinar, hacer aseo y ordenar, leer, ver tele, subir cerros, nadar, ir a la nieve -hago snowboard-, salir de paseo y viajar con la familia, juntarme con mis amigos y amigas de toda la vida. Mis mejores amigos los conservo desde el colegio y los conozco hace 35 años.
De todos tus viajes, ¿cuál es el lugar que más le ha gustado?
Todos. todos los lugares tienen algo mágico y siempre busco las cosas mágicas que le hagan sentido a mi vida. Sin duda que un lugar paradisiaco en el que estuve hace 3 años fue Tahiti, también recuerdo con mucho cariño un viaje a Madrid.
¿Cómo es estar casado con una también Químico Farmacéutica?
Una relación con mucha química…jajaja. Ella es muy divertida, simpática, carismática y cariñosa, como buena sureña de Puerto Varas. La verdad que de nuestros trabajos no conversamos mucho, salvo que nos contemos anécdotas. Lo pasamos bien, es mi polo opuesto y me hace reír mucho, también me desordena y obliga a que me relaje.
«Me gustaría seguir creciendo junto a mis colegas en la construcción de esta Escuela, que creo es potente y reconocida. Tal vez, publicar más artículos científicos y escribir un libro».
¿Cuál ha sido el momento más triste de su vida?
La muerte de mi padre, el 2001. Si bien, por su enfermedad larga me fui preparando de a poco, yo tenía 29 años y me tuve que hacer el fuerte para contener a mi mamá y a mi hermano menor, que tenía como 11 años. El duelo lo viví después y me costó.
¿Qué cosas le hacen enojar?
La deslealtad, la mentira, la violencia, la indolencia, que me lleven la contra.
¿Cómo se defines como padre?
Cariñoso, jugado, entregado, regalón y regaloneador. Mis hijos (Matilde y Agustín) me derriten y hacen lo que quieren conmigo…
¿Alguna locura que hayas hecho por sus hijos?
Si, la Matilde tenía un año y estábamos de vacaciones en la Isla de San Andrés, Colombia. Tiró su chupete al mar y yo sin pensarlo me tiré al mar en busca del chupete… En ese momento llegaron olas, pero al entrar al agua la marea bajo y quede enterrado en una roca, salí todo rasmillado y con heridas, mucha gente miraba desde la terraza, pero logré rescatar el chupete y la Mati dejó de llorar. Con Agustín, mi hijo menor, hago locuras todo el tiempo para entretenerlo….
¿Cómo se ve en 10 años más?
Me veo contento y feliz, con mi familia y amigos, mis alumnos y colegas.
Escrito por: Sonia Tamayo