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DIARIO UNAB | Estudiantes que investigan: el desafío de generar conocimiento

Reportaje Estudiantes que investigan: El desafío de generar nuevo conocimiento De los 600 artículos de investigación publicados en revistas científicas indexadas que, al año, producen los investigadores UNAB, en el 10% de ellos participan estudiantes de pregrado. Una cifras que la universidad pretende expandir en los próximos años. Aquí, una muestra de lo que está […]

Reportaje

Estudiantes que investigan:

El desafío de generar nuevo conocimiento

De los 600 artículos de investigación publicados en revistas científicas indexadas que, al año, producen los investigadores UNAB, en el 10% de ellos participan estudiantes de pregrado. Una cifras que la universidad pretende expandir en los próximos años. Aquí, una muestra de lo que está haciendo la nueva generación de investigadores.

María José Marconi, Patricia Zvaighaft y Macarena Villa

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Entre el 60% y el 80% de la basura que abunda en los océanos corresponde a plásticos. ¿Por qué? Por su lenta degradación y su facilidad para flotar y moverse por la superficie marina.

En este contexto, las islas son especialmente vulnerables debido a su alta tasa de acumulación de piezas plásticas que, en general, no son de origen local. Las islas más apartadas, por tanto, constituyen un caso de estudio ideal para rastrear las fuentes de desechos marinos.

rel=»attachment wp-att-224043″>Cuando Diego Pérez (en la foto) estaba en su cuarto año de Biología Marina en UNAB, inició una investigación que, junto a un equipo, se extendió por cuatro años. En ese período monitoreó y analizó la basura acumulada en las costas de la isla Guafo, en el extremo sur del archipiélago de Chiloé.

El objetivo era identificar los orígenes y la tipología de estos desechos pues en esta isla, una de las más grandes del sur de Chile, no existe un asentamiento humano permanente. Pero donde habitan grandes colonias reproductivas de mamíferos marinos y aves –incluyendo focas peleteras, pardelas negras, leones marinos y nutrias– para los cuales la presencia de desechos plásticos representa una amenaza potencial.

“Tomé la decisión de no tocar la basura durante los cuatro años de estudio, porque queríamos saber si estos desechos se liberaban -por viento, marea u oleaje- nuevamente en el mar, pudiendo enredar animales o ser ingeridos por ellos. Por esto mismo, se contabilizó tanto la basura que permanecía de un periodo al otro como la basura nueva; así pudimos determinar una tasa de recambio anual”, explica Diego Pérez, quien egresado del Magíster en Biología Marina y estudiante del Doctorado en Medicina de la Conservación UNAB.

Resultados y acciones

rel=»attachment wp-att-224054″>Si bien el extenso trabajo, que fue publicado en septiembre en la revista científica Marine Pollution Bulletin, mostró bajas tasas de contaminación, el nivel de acumulación de los desechos es incluso mayor que en los canales de Chiloé.

El plástico fue el tipo más abundante, y en su mayor parte estaba relacionado con las actividades pesqueras (cuerdas y redes, entre otros) que se realizan durante primavera y verano.

“Debido a que no existen asentamientos humanos dentro de la isla, determinamos que la actividad pesquera local es la principal fuente de contaminación”, detalla. Además, explica, la variación en la cantidad de desechos marinos año a año coincidía con la magnitud de la pesca estacional.

Junto con la amenaza potencial para las especies y la rica biodiversidad de la zona, esta situación también afecta a los pescadores artesanales, quienes subsisten de la extracción de recursos de la isla. Por eso, los esfuerzos de este proyecto apuntan finalmente a la generación de medidas de mitigación y monitoreo para zonas remotas, a la vez que planes de manejo y regulación focalizados en la comunidad pesquera local.

“Aún queda mucho por hacer, en particular en isla Guafo, ya que no sólo basta con detectar un problema, ni determinar a los culpables u origen, sino hacer algo al respecto. Por esto mismo, el siguiente paso en nuestra investigación es trabajar con las comunidades locales, transferir conocimientos y generar planes de manejo de residuos”, subraya Diego.

Lecciones 

Participar en este estudio, agrega, le permitió comprender mejor cómo funciona la investigación científica, partiendo por detectar un problema, plantear una pregunta e iniciar el proyecto.

“Tuve la oportunidad de aprender a postular a fondos para continuar las expediciones a la isla, observar cómo los resultados obtenidos cambiaban a medida que los años pasaban y cómo cobraban sentido”, comenta.

Junto con alentar la constante formulación de preguntas, Diego aconseja aprovechar el pregrado: “Tienen al menos cinco años para trabajar con todos los grupos de investigadores y laboratorios que les den una oportunidad; conocer el mundo científico desde dentro, saber si les gusta y qué les gusta. Podrían terminar desarrollando su propia línea de investigación”, aconseja.

FEN UNAB: Descifrando a los NINI

rel=»attachment wp-att-224044″>¿Qué hace un economista? Ésa fue la pregunta que se hizo Francisco Sola, estudiante de quinto año de Ingeniería Comercial UNAB, y que marcó el inicio de un camino en el que no está dispuesto a retroceder.

Convencido de que el campo laboral tradicional de un egresado de su carrera no era lo que quería para su vida profesional, buscó alternativas para poder realizar una investigación y convertir eso en su tesis.

Hoy se encuentra trabajando junto al Dr. Juan Luis Correa, director de Investigación de la Facultad de Economía y Negocios (FEN), en un proyecto que busca determinar las principales causas que inciden en que un joven no estudie ni trabaje, conocidos como NINI.

«Lo que más me llamó la atención es que se trata de mis pares y se ha estigmatizado el tema diciendo que los jóvenes somos cada vez más flojos. Sin embargo, las cifras muestran que la tasa de NINI se ha reducido fuertemente desde los 90 a la fecha», dice Sola.

Pese a que ha habido un creciente interés por analizar el impacto que estos jóvenes tienen sobre el mercado laboral, el crecimiento económico y el desarrollo social, en Chile «el estudio científico de este segmento aún es incipiente», explica Correa.

Ante ello, el proyecto, que cuenta con financiamiento del Laureate Center for Youth Studies at UNAB (LCYS), tiene como objetivo determinar su evolución, caracterizarlos e identificar las determinantes de su decisión.

La primera parte de la investigación será la tesis con la que Sola espera obtener su grado académico, y abrirá la puerta para profundizar en nuevos aspectos, cuyos resultados esperan sirvan como base para una publicación científica en una revista indexada, que pueda ser presentada y discutida en el ámbito académico.

Sobre la opción de participar en este artículo, Sola asegura que «es como ganar un Capital Semilla para alguien que está interesado en dedicarse al emprendimiento». «Estoy muy contento que la Universidad me haya dado la oportunidad de hacer este tipo de investigación», resalta.

Correa destaca que proyectos como estos permiten «abrir el interés de los estudiantes por dedicarse a la investigación, porque muchas veces sólo ven como perspectiva laboral, trabajar en una empresa». Además, agrega, el entrenamiento científico que se desarrolla, aumenta el pensamiento crítico.

Repensando América Latina

rel=»attachment wp-att-224045″>Un día, después de clases, Esteban Quezada (21) se quedó conversando con el profesor Luis Franco, sobre la importancia de investigar en Trabajo Social. “No lo había dimensionado hasta ese momento, así que lo tomé como un desafío personal en mi formación académica”, dice.

Estaba en segundo año de carrera y decidió sumarse al proyecto “Semillero de Investigación” de la UNAB. Con otros académicos de la Escuela, como Borja Castro y Mónica Vergara, continuó fortaleciendo su trabajo en lo epistemológico y lo ético.

Luego, el profesor Franco le propuso comenzar a trabajar en un artículo de investigación sobre “Violencia, Paz y Derechos Humanos en América Latina”. “Decidí tomar la oportunidad con mucho aprecio y responsabilidad, porque es un hito importante: mi primer escrito”, relata.

Esteban, quien está en cuarto año de carrera, expuso ese trabajo en el I Congreso Internacional de Ética, Política y Derecho, que se realizó en la UNAB, en 2016.

“La idea era analizar el fenómeno social de la despolitización, repensando el sujeto político a la luz de elementos existencialistas en la filosofía de Jean Paul Sartre y situando desafíos en materia de participación ciudadana para el Trabajo Social”, explica.

rel=»attachment wp-att-224046″>Luego, ese artículo se convirtió en un capítulo del libro “Ética, Política y Derecho: Violencia y paz en América Latina”, que él junto al profesor Luis Franco presentaron en octubre en el II Congreso de “Política y Globalización”, en Cali, Colombia, y que en las próximas semanas presentarán en Chile.

“Ser parte de un libro es dejar un legado a nuevas generaciones, es parte de la trascendencia (…) Esa misión la hemos tomado muy personal con Jhon Jairo Bohórquez Anacona, estudiante de Magíster en Derecho en Colombia; somos los únicos estudiantes en este libro. Creo que espacios así deben ser aprovechados por otros profesionales en formación, es una instancia única donde puedan exponer sus ideas y dar a conocer sus formas de comprender la realidad social”, subraya.

Para el profesor Luis Franco, el mayor aporte de estas iniciativas es “lograr que los estudiantes entiendan la universidad como un espacio para crear y ser libres (…) debemos construir espacios de diálogo y formar críticamente a los estudiantes para darle continuidad a las investigaciones”.

El mapa microbiano del Metro

rel=»attachment wp-att-224047″>Un total de 365 muestras de todos los accesos a las estaciones de metro fueron recolectadas en junio pasado por 30 voluntarios para conformar un mapa de microbios del Metro de Santiago.

La iniciativa es parte del proyecto MetaSub, del Consorcio Internacional Metagenomics and Metadesign of Subways and Urban Biomes, que este año recopiló muestras en más de 60 ciudades del mundo. En Chile –que participa por segundo año en el proyecto– es liderado por los doctores Eduardo Castro-Nallar, investigador principal, y Juan Ugalde, investigador asociado, del Centro de Bioinformática y Biología Integrativa (CBIB) UNAB.

El trabajo en terreno fue coordinado por Fernanda Arredondo, egresada de Ingeniería en Biotecnología y alumna del Magíster en Biotecnología y Ciencias de la Vida UNAB.

“Entender la interacción microorganismo-humano y microorganismo-material en el ecosistema urbano nos ayudará a mejorar la calidad de vida de las personas en la ciudad, reducir costos de salud pública y mejorar los espacios públicos”, explica la joven.

Además, agrega, un proyecto como éste nos permitirá descubrir nuevos microorganismos que quizás sean propios de nuestro ecosistema urbano en Santiago y potenciales nuevos fármacos.

Para la toma de muestras se formaron 15 parejas de voluntarios, que fueron asignadas a tramos de 4 a 8 estaciones seguidas. Uno tomaba la muestra y el otro anotaba los datos en la ficha y en la aplicación de recolección de datos KoboCollect.

Las muestras recolectadas serán enviadas a un laboratorio en Nueva York para ser procesadas, tarea que también será realizada por los investigadores del CBIB UNAB.

App de ruta en caso de desastres

rel=»attachment wp-att-224049″>Chile es un país altamente expuesto a los desastres naturales, con episodios que implican la movilización de una enorme cantidad de suministros básicos para la población afectada.

Un grupo de estudiantes y académicos de Ingeniería Civil Informática de la UNAB, junto a académicos de la U. de Santiago, U. del Biobío y U. del Valle (Colombia), desarrollaron una aplicación web capaz de asignar los distintos centros de abastecimiento y establecer la ruta más eficiente para los vehículos que deben cubrir los centros comunitarios.

“Este tipo de aplicaciones tiene implicancias reales, llevando problemas concretos a la sala de clases. Esta es la ingeniería aplicada que tiene como misión nuestra Facultad”, explica el Dr. Gustavo Gatica, investigador de la Facultad de Ingeniería UNAB y profesor del curso en donde se elaboró el primer prototipo.

Para el trazado gráfico de las rutas, la aplicación selecciona las ubicaciones mediante Google Maps u otras coordenadas pre-procesadas, en caso de que el uso de red se vea limitado.

Para la interfaz de usuario se utilizaron normativas de usabilidad, cumpliendo con los estándares de calidad establecidos en la ISO 9126. Esta interfaz permite la carga de datos —por ejemplo, desde una planilla electrónica— y el ajuste del contenido de la información a cualquier navegador que se esté utilizando. Además, el registro de las simulaciones realizadas permite modelar diversos escenarios para ir así mejorando la calidad de solución, agregar otras variables al modelo o modificar las rutas bajo demanda.

 

DIARIO UNAB N°30
Noviembre 2017

Escrito por: Prensa-UNAB