Sigue la ruta de los médicos de la UNAB en África: Un trabajo en el continente más pobre del mundo
Después de cuatro meses en Burundi, Ingrid Baier (25) e Ignacio Silva (26), médicos titulados en la Universidad Andrés Bello, relatan nuevas experiencia, entre ellas, el contacto directo con las Hermanas de la Caridad, que tienen en la ciudad de Bujumbura dos centros de acogida. Han transcurrido cuatro meses en que Ingrid e Ignacio partieron rumbo […]
Después de cuatro meses en Burundi, Ingrid Baier (25) e Ignacio Silva (26), médicos titulados en la Universidad Andrés Bello, relatan nuevas experiencia, entre ellas, el contacto directo con las Hermanas de la Caridad, que tienen en la ciudad de Bujumbura dos centros de acogida.
Han transcurrido cuatro meses en que Ingrid e Ignacio partieron rumbo a Burundi, una pequeña nación ubicada en la región de los grandes lagos de África Oriental y con una población estimada en 8.700.000 habitantes.
El trabajo y la experiencia han sido intensos. Según relata Ignacio Silva, ambos ya están más acostumbramos a este diferente pero entretenido modo de vida burundés. “En este país todo funciona bajo la premisa del ‘Buhoro Buhoro’, lentamente, sin apuros. Por supuesto que muchas veces y, sobre todo, en el contexto de pacientes enfermos y con enfermedades a veces graves, es un poco difícil de entender este prisma con el que ven la vida, en la que para todo hay que tomarse su tiempo, no existen las presiones”, dice.
Ambos jóvenes titulados en la Facultad de Medicina de la U. Andrés Bello han seguido con los trabajos en el hospital de la ciudad, Ingrid en Pediatría e Ignacio en Medicina Interna, pero en este último mes tuvieron la oportunidad de compartir con las Hermanas de la Caridad (Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta).
Las Hermanas de la Caridad tienen en Bujumbura dos centros de acogida. Uno está destinado a niños abandonados, que cuenta con más de 100 menores, desde recién nacidos hasta los 4 años. “En ese lugar, los pequeños reciben alojamiento, comidas y cuidados gratuitos, todo a cargo de las mismas Hermanas ayudadas de algunos voluntarios burundeses”, explica Ignacio.
El otro hogar es un pequeño “hospital” con 100 camas para hospitalizados, hombres, niños y mujeres. “En este centro se reciben, como dicen las Hermanas, ‘a los más pobres de los pobres’. Todos aquellos que no tienen absolutamente ningún recurso para acudir a algún centro de salud público o privado”, subraya el médico UNAB
“Este pequeño hospital es manejado exclusivamente por cinco Hermanas que se encargan de absolutamente todo el diagnóstico y tratamiento de todos los pacientes, así como también de la alimentación y de sus ropas”, agrega.
“Este centro funciona exclusivamente con donaciones privadas de extranjeros, y a pesar de su precariedad, son capaces de resolver, a nuestro parecer, casi las mismas patologías que el Hospital del Estado”, comenta el joven.
Atendiendo a pacientes
Los lunes, temprano en la mañana, dos hermanas de la Caridad (una de ellas es médico), junto a una enfermera van a Ruziba, un pequeño barrio ubicado al sur de la capital en lo que se denomina “Bujumbura Rural”. En ese lugar atienden durante toda la mañana a más de 100 pacientes que van en búsqueda de atención médica y medicamentos, los que son entregados gratuitamente.
“Durante todo este mes, la Hermana médico ha estado en Rwanda, por lo que nos pidieron a nosotros reemplazarla en sus labores tanto en el centro-hospital como en los viajes a Ruziba. Por lo cual, durante todos los lunes de julio y un par de días más a la semana trabajamos junto a las Hermanas en todo lo que pudimos”, afirma Ignacio.
Los viajes a Ruziba fueron bastante especiales, según relata el joven médico. “Todo comenzaba temprano. Nos subíamos al Jeep-Ambulancia con el que cuentan las hermanas. El viaje era toda una odisea, ya que el burundés no sabe manejar. El chofer del Jeep-Ambulancia comenzaba una loca carrera a punta de bocinazos y bruscas frenadas que hacían saltar las cajas de medicamentos y a nosotros mismo de un lado para otro”, dice.
La atención médica se hace en una gran sala de clases de un Colegio en Ruziba. Más de 100 pacientes se instalan en línea dentro de la sala, a un costado las mamás con niños para que Ingrid las viera y en el otro costado los adultos para que Ignacio los atendiera. “Así nos instalábamos con un banco de clases para cada uno y un traductor (para la traducción Kirundi-Francés). La atención, por supuesto, es con lo mínimo, lamentablemente sin mucho tiempo para hacer un buen examen físico y sin posibilidades de pedir exámenes de laboratorio, radiografía, etc., ni menos tratamientos sofisticados”, añade Ingrid.
Añade: “Es realmente la mejor oportunidad para entrenarse como médicos, ya que el ‘ojo clínico’ y el hacer malabares con los medicamentos disponibles son las únicas herramientas de trabajo”.
Pero sin duda que la recompensa de estos médicos de la UNAB es las sonrisas de agradecimiento al finalizar la mañana y la satisfacción del deber cumplido, lo que les permite recargarse de energía para toda la semana.
Escrito por: Prensa-UNAB