ORGULLO UNAB: Dra. Javiera Salvador, médico que gana terreno importante en la Nutriología
Tiene 28 años y egresó de la Escuela de Medicina de la U. Andrés Bello en el 2014. Hoy, la Dra. Javiera Salvador trabaja el equipo de Asistencia Nutricional Intensiva del Hospital El Pino y es una de las pocas mujeres que destaca en el área de la Nutriología en el servicio público. Esta es su historia.
Desde que se tituló en el 2014 en la Hospital El Pino.
A sus 28 años, la ex estudiante de la UNAB se ha ganado un lugar importante dentro de la Nutriología, especialidad que estudió en la U. de Chile. Acá están plasmados sus recuerdos, sus logros, sus meses antes del nacimiento de su primera hija (que nace a fines de diciembre), su gusto por cocinar y la historia de amor que surgió con un colega en los caminos de República.
¿Por qué estudiaste medicina?
Hay muchas razones por las que decidí ser médico. Cuando estaba en el colegio era muy buena alumna y muy destacada en ciencias, así que por ahí partió mi interés. Cuando estaba en cuarto medio ya era claro: me imaginaba atendiendo pacientes, trabajando en un hospital, pero lejos lo que más me emocionaba de la idea era sentir que ayudaba a personas al mismo tiempo que estudiaba y hacía lo que me gusta. Creo que hay algo que se lleva en la sangre porque a pesar que mi abuelo falleció cuando yo era muy chica, él fue Cardiólogo y toda su carrera la dedicó a trabajar en el servicio público.
¿Fuiste buena alumna?
Desde el colegio siempre fui muy estudiosa, ¡un poco perna incluso! En la Universidad lo mismo, era bien matea.
¿Qué fue lo más difícil de la carrera?
Hubo varias etapas difíciles. Recuerdo que lo primero que me costó fue cuando entré a la universidad porque no conocía a nadie que estudiara ahí, y menos a algún médico UNAB que fuera destacado. Tenía muchos prejuicios. En mi colegio era muy típico que todos querían entrar sólo a universidades “tradicionales”, así que salirme del esquema fue difícil al principio. Por suerte siempre conté con el apoyo de mis papás que estaban felices y orgullosos de mí, y por otra parte hice tan buenas amigas (que son mis mejores amigas hasta el día de hoy) que ya a los tres meses de primer año estaba súper contenta, intentando pasar todos los ramos difíciles que había en primero. Todos los años había una dificultad diferente, el típico ramo que te hacía trasnochar, pero creo que lo más difícil, después de sobrevivir primer año, fue hacer el internado. Son dos años en que uno siente que estudia y trabaja al mismo tiempo, además se le suman los turnos, irse a vivir fuera de Santiago con tus compañeros algunos meses (en ese tiempo me tocó ir a Tomé y a San Antonio), y dejar de lado muchos compromisos familiares por estudiar o por turnos. Recuerdo cuando hice el internado de Pediatría me tocó hacer turno un 24 de diciembre en la noche en el Hospital de San Antonio y estaba triste hasta que a las 11 de la noche la jefa de turno nos dejó salir para pasar las 12 en familia, y yo llegué de sorpresa a mi casa. Fue un momento que siempre recordaré y, a pesar de lo duro, son los momentos que uno recuerda con más cariño. Ser médico trae tantas satisfacciones a nivel personal (el que un paciente te agradezca por tu trabajo) que todas estas “rocas” en el camino valen demasiado la pena.
¿Qué momento recuerdas con más orgullo y cariño de tu época de estudiante en la UNAB?
Lejos el internado. Es como una relación amor/odio. En esos dos años recuerdo que uno siempre se sentía cansado, con sueño, con hambre, a veces no tenías ni plata para almorzar, pero el tener un grupo de 20 compañeros con los que compartes día a día esta difícil etapa, hace que te sientas súper apoyado y te afiates mucho más como grupo. De hecho, mis amigos del internado son mis mejores amigos al día de hoy, la mayoría haciendo sus becas o ya trabajando como médicos especialistas en todos lados de Chile. Es lindo recordar que compartimos tantos momentos: desayunos en la residencia del hospital, turnos despiertos hasta las tantas de la madrugada, almuerzos con pizza en el turno del domingo a la hora de almuerzo, y tantas otras cosas como celebraciones de fin de internado cada tres meses, paseos a la playa, asados para el 18, etc. Son momentos que uno desearía que volvieran. No hay nada más lindo que cuando tus colegas o compañeros se convierten en tus amigos y pueden trabajar juntos.
Imagino que también está el conocer a tu marido…
Estoy muy felizmente casada hace casi cuatro años. Conocí a mi marido en un paseo de la Universidad cuando yo estaba en segundo y el en quinto de Medicina, y desde ahí que estamos juntos.
¿Cuáles han sido tus logros materia profesional?
Es difícil esta pregunta porque egresé en octubre de 2014 y a pesar de que han pasado cuatro años, siento que es muy poco tiempo, y ¡me queda tanto camino por recorrer! Lo primero que me enorgullece es que puedo decir que desde que salí de la universidad he trabajado en el servicio público. Al principio lo hice en un CESFAM, y ahora trabajo en el Hospital El Pino en el equipo de Asistencia Nutricional Intensiva, viendo pacientes hospitalizados. Lo otro importante, es que he podido ejercer en una materia que es relativamente nueva, desconocida en Chile y en los lugares en que trabajo, sobre todo en el Hospital, en que hay mucho desconocimiento he podido de a poco hacerles ver a mis colegas la importancia que tiene. Me he ganado un terreno importante y hoy algunos colegas que antes no sabían que yo existía en el hospital, me buscan para que pueda ver a sus pacientes.
¿Cuáles son tus desafíos en lo profesional?
Por ahora me gustaría crear la Unidad de Asistencia Nutricional Intensiva como un servicio aparte en el Hospital, ya que actualmente depende del servicio de Cirugía. Lo otro que me encantaría es poder hacer más docencia, sobre todo en pregrado. En la carrera de Medicina es muy poco lo que hay de Nutrición en las mallas curriculares, y no porque me dedique a esto, sino porque es la especialidad del futuro y queda todavía mucho por educar, sobre todo a los médicos del futuro. Por último, la investigación siempre ha sido algo que me ha interesado, me encantaría saber más y tener el tiempo para poder desarrollarla. No descarto quizás hacer un doctorado más adelante.
¿Por qué optaste por especializarte como nutrióloga?
Cuando estaba en el colegio, aparte de querer estudiar Medicina, siempre me gustó Nutrición y Dietética como una segunda opción. Después estando en la carrera me gustaron muchas cosas (desde ginecología, anestesia, geriatría y dermatología), pero cuando estaba trabajando en atención primaria me di cuenta de que muchas de las patologías que se ven a diario (hipertensos, diabéticos, etc.) se podían prevenir y tratar a través de la nutrición. Trabajando ahí me di cuenta que también a pesar de que me gustaba atender pacientes en lo ambulatorio (consulta) también echaba de menos ver hospitalizados, que es un mundo completamente diferente. Ya casi iba a cumplir un año en el consultorio y me contactó el Dr. Claudio Mora, mi actual jefe, a quien yo admiro muchísimo, para decirme que en el Hospital les faltaba una nutrióloga, y que si yo me quería especializar en eso me fuera a trabajar al Hospital y que hiciera el postgrado más adelante. Con esta tremenda oportunidad no pude decir que no.
A tu juicio, ¿Son machistas los médicos?
A pesar de que considero que los chilenos somos una sociedad machista, en mi experiencia en el subgrupo de los médicos, el trabajo de la mujer es tan valorado como el del hombre. Desde que soy médico, nunca he sentido que he tenido menos oportunidades. No es mi caso, pero tengo muchas colegas mujeres que admiro por ser tremendas profesionales que trabajan tiempo completo y conjugan eso con ser mamás súper presentes. Para mi gusto ese trabajo es aún más valorable. El comentario popular es que es típico que al hombre lo tratan de “doctor” apenas sale de la universidad, y uno es “la señorita” por muchos años. Creo que eso tiene que ver con una forma de tratar, no con un fondo. Cuando uno es buen médico, los pacientes agradecen tu trabajo y lo reconocen, independiente de si te tratan de “doctora” o “señorita”. Tengo muchas amigas que les molesta eso, a mi me da lo mismo.
¿Qué piensas de los movimientos «Me too» o del movimiento feminista?
Siendo mujer es un orgullo que existan estos movimientos, aunque creo que lo más importante es centrar el feminismo en que debe ser igualdad de derechos. Hombres y mujeres somos distintos desde lo biológico, y tenemos roles que son diferentes: desde el rol de la mujer en la familia, en el trabajo y en la sociedad. Como en todo, el fanatismo y los extremos no son buenos, y la “igualdad por igualdad” es algo que sólo contribuye a segregar y generar más odio.
¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
Lejos lo que más me gusta es cocinar. Es algo que heredé de mi mamá. Tengo un Instagram (@jsalvadoru) donde posteo mis recetas saludables, que al principio partió como algo para mi familia y amigos y ahora tengo más de 4.100 seguidores, dentro de los cuales muchos son mis pacientes. Nos gusta mucho viajar cuando podemos, incluso si podemos arrancarnos un fin de semana fuera de Santiago a conocer un lugar nuevo, lo disfrutamos. Siempre fui fanática del deporte, ahora disfruto yendo al gimnasio, y en el verano hago actividades al aire libre como andar en bicicleta o subir cerros.
¿Cómo te imaginas en 10 años más?
Ahora con una pequeña en camino, en lo primero que me imagino es criando a mis hijos, en familia. Quizás es súper poco ambicioso, pero en lo profesional me imagino trabajando en el Hospital El Pino por muchos años más. Tiene sus cosas negativas como cualquier hospital o institución, pero trabajar en el sistema público trae satisfacciones que van más allá del reconocimiento o de la remuneración: se trata de encontrarle un sentido a la medicina como una herramienta para ayudar desinteresadamente a un otro que está vulnerable.
Escrito por: Sonia Tamayo