Manuel Reyes Mate en UNAB: “El emigrante está prefigurando lo que va a ser el ciudadano del futuro”
Durante su visita a Chile, el Dr. Manuel Reyes Mate hizo un alto para abordar algunos temas de contingencia para la sociedad chilena como el fenómeno migratorio y la tipificación de la incitación al odio como delito.
El destacado filósofo español, académico del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, que ha dedicado gran parte de su investigación a la historia, la memoria, la justicia y la filosofía después del Holocausto y Auschwitz, llegó a Chile invitado de forma conjunta por Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello, por el proyecto Fondecyt “Pensar el deseo y la institución con Gilles Deleuze y Emmanuel Lévinas: lecturas sobre el otro, lo social y lo político (2015 – 2018)” del Dr. Borja Castro; el Departamento de Filosofía de la Universidad de Chile y la Facultad de Derecho de la Universidad Central.
—El día que comenzó su visita a Chile, la Presidenta Bachelet firmó el proyecto de Ley que típica como delito la incitación al odio. Allí comenzó a instalarse en el país un debate que en Europa fue derivando hacia la libertad de expresión. ¿Cuál es su opinión acerca de que exista una normativa sobre el odio?
—En muchos países existe esa figura y se ha hecho necesaria porque está habiendo incitación al odio, se están dando formas de xenofobia muy activas. Entonces para pararlas se les ha convertido en delito. No sé si será la mejor forma, no lo he pensado mucho, pero sí es un problema que se puede combatir de dos formas: o con leyes o con educación. No sé si la ley en este caso debe ir delante de la educación, porque me parece más efectivo formar, educar a los jóvenes, a los niños y a la opinión pública en la tolerancia, en el respeto hacia el otro, en lugar de que venga una ley que sancione comportamientos. Pero lo cierto es que hay un problema: que frente al otro, al diferente, se activan mecanismos agresivos que causan daños materiales, morales, a los que hay que hacer frente. El odio es al otro diferente, no entre iguales. Por eso se da ante el inmigrante, el gay, gente que profesa otros credos.
—De hecho, en Chile la tolerancia de la sociedad está puesta a prueba con el gran fenómeno migratorio que vive el país.
—El gran problema político mundial es el de las migraciones, aquí y en todos los sitios. Si fuera verdad lo de los Derechos Humanos, que somos iguales y libres, bastaría presentarte como ser humano ante una frontera para ser reconocido con los derechos del ser humano. Pero hoy es más importante tener papeles. y eso es terrible. No se trata de abrir las puertas sin control, tiene que haber una regulación, pero desde el supuesto de que la tierra es para todos. Y pueblos que han sido formados por emigrantes, como Europa, durante siglos no pueden ahora cerrar las fronteras y decir que no a todos esos inmigrantes que vienen huyendo del hambre y de la guerra, y que son víctimas. Tenemos que cambiar totalmente la concepción, hay que ir a una geopolítica mundial que parta de principios por todos reconocidos pero que avance eficazmente, pues la tierra es para todos. Como no hagamos una política comprensiva con el fenómeno de las migraciones, las migraciones no se van a parar. Se habla de que hay 60 millones de seres humanos en el mundo llamando a las puertas de otro Estado. Es un problema imparable porque la gente, si en su territorio hay hambre y guerra, va a huir buscando vida. Los Estados pueden, en la situación actual, hacer mucho más de lo que hacen. Europa, por ejemplo, se había comprometido a recibir 180 mil inmigrantes, entre todos los países, y no se han recibido ni 5 mil. Eso es suicida para el propio país porque la fuerza de la migración va a ir rompiendo las barreras y va a entrar por las buenas o por las malas. Si se regulara eso, y se pensara bien el fenómeno de la migración, podríamos pensar una política nueva porque el futuro de la Humanidad va a ser el que representan los migrantes. Los emigrantes son seres que llegan a un lugar con una identidad de origen y van a tener 2 o 3 identidades, y ese es el ciudadano del futuro. El emigrante está prefigurando lo que va a ser el hombre del futuro. Entonces más vale que lo hagamos bien a que se nos imponga, no?
—En Chile, la memoria es un tema importante por la historia reciente. Al respecto, en sus obras usted plantea la necesidad de rescatar a las víctimas en la historia, a los vencidos. ¿Cómo se hace eso hoy en Chile, donde esa herida sigue abierta?
—Hay un hecho indiscutible: las víctimas han existido siempre, la historia se ha construido sobre ellas. Lo que pasa es que durante siglos las víctimas han sido invisibles, no contaban. Eran como el precio del progreso, de la historia, que había que pagar sin mayor significación. Y eso es lo que ha cambiado. Hoy las víctimas se han hecho visibles y la historia no se puede construir sobre ellas, por tanto, tampoco se puede construir sobre nuevas víctimas. Para que eso sea posible, nosotros, los ciudadanos, tenemos que tomarnos muy en serio las víctimas pasadas. Esa es la condición. Solo así podemos plantearnos políticas sin víctimas. Si no las consideramos, podríamos pensar que basta que pase el tiempo para que todo se olvide, incluso de los nuevos victimarios (…) Por eso la memoria de las víctimas es un tema fundamental no sólo en función de la justicia que les debemos sino por nosotros mismos para que la historia no se repita y la construyamos de otra manera. Entonces países que han tenido experiencias tan traumáticas como Chile no pueden construir el futuro sobre el olvido, porque esa es la condición y garantía para la repetición.
—Ante un conflicto, y por diversos motivos, suele hablarse más de las víctimas de un lado que de otro…
—Hablar de víctimas de un solo lado es muy peligroso. Ese problema lo tenemos también en España: cada cual tiene sus víctimas. Es peligroso porque el que entienda una víctima, las debe entender a todas. El ser víctima no tiene nada que ver con ideologías políticas. Puede haber víctimas entre izquierdistas y derechistas, porque lo que define a la víctima es que es inocente respecto al daño que sufre. Incluso puede ser un delincuente, que tiene derecho a un juicio justo. Pero si alguien toma la justicia por su mano y lo desaparece, lo convierte en víctima porque no se merece sufrir esa violencia. Por eso el concepto de víctima es universal, está allende las ideologías. Por eso hay que estar atento a todas las víctimas, de todos los lados, porque todas tienen el mismo derecho a la justicia. Y luego está el debate político de las ideologías, que es diferente. No todas las ideologías son iguales, pero eso no se debate en la casilla de las víctimas. Y este es uno de los problemas más graves que tenemos, que muchos piensan que cuando hablamos de víctimas hablamos solo de sus víctimas. Quien entienda a las víctimas debe entenderlas a todas, sino es que no ha entendido a ninguna.
—Eso me lleva a otro de los temas que usted plantea: la Declaración Universal de Derechos Humanos dice que el hombre nace libre e igual, pero usted plantea que es todo lo contrario, no?
—El primer artículo de la Declaración de los Derechos Humanos es que “todos nacemos iguales y libres” y yo digo que no es verdad. Y es muy peligroso además decirlo, porque no nacemos iguales y libres, tenemos derecho a ser iguales y libres. (…) A mí me parece que los Derechos Humanos son muy importantes, pero puesto que no somos iguales ni libres planteémonos como un objetivo, pero reconozcamos que no lo somos, sólo así podremos llegar a serlo.
Escrito por: Prensa-UNAB