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Estudio UNAB sobre empleo: Una radiografía del trabajo de cara al Bicentenario

El informe realizado por nuestra casa de estudios y la consultora Datavoz arrojó que en nuestro país el 2010 hay más trabajo, más mujeres en el mundo laboral, mayor estabilidad y mejores ingresos para los profesionales. Ellas, sin embargo, continúan teniendo menos oportunidades y recibiendo sueldos inferiores al de los hombres. El panorama laboral actual refleja, […]

El informe realizado por nuestra casa de estudios y la consultora Datavoz arrojó que en nuestro país el 2010 hay más trabajo, más mujeres en el mundo laboral, mayor estabilidad y mejores ingresos para los profesionales. Ellas, sin embargo, continúan teniendo menos oportunidades y recibiendo sueldos inferiores al de los hombres.

El panorama laboral actual refleja, además, falta de capacitación, brecha socioeconómica en el acceso al trabajo gatillada por los años de estudios y un problema a futuro: cómo financiar la creciente población adulta mayor.

I EMPLEO EN CHILE: cómo fue, es y será el mundo laboral

Los últimos 35 años la participación laboral en Chile ha aumentado notablemente alcanzando un 56% al 2010, en 1795en cambio, esa cifra no superaba el 42%. La irrupción de la mujer en el mundo del trabajo es la gran razón tras este aumento, ya que en 1907 sólo un 29% trabajaba mientras que el 2009 la cifra subió a un 42%. Pese a todo, estos 13 puntos porcentuales no alcanzan para un brindis Bicentenario pues la participación femenina en al campo laboral sigue siendo baja si se compara con otros países incluso de la región. En Chile, además, la tasa de ocupación masculina alcanza el 66% frente al 33% de la femenina.

Otras cifras más positivas indican que la cantidad de trabajadores contratados y los permanentes se mantienen relativamente estables desde 1990 en adelante, (en torno a un 80% y 75% respectivamente). Son los jóvenes quienes registran una mayor variación negativa en la tasa de ocupación, de 43% en 1992 bajan a 33% el 2009. Por otro lado, el salario mínimo también ha experimentado un alza significativa: 1989 esta remuneración mínima nominal era de $ 18.000 y en 2010 bordea los $ 172.000.

De acuerdo a un informe sobre la evolución del salario mínimo en los últimos años realizado por los académicos de la Escuela de Ingeniería en Administración de Empresas de la U. Andrés Bello, René Sanjinés y Víctor Valenzuela, en total, en las últimas dos décadas la remuneración básica se ha elevado en 164% real, o sea, deflactada por inflación.

Con 200 años de vida republicana, el Estudio Bicentenario realizado por la Universidad Andrés Bello y Data Voz, indica que los chilenos de hoy trabajan menos, pues las horas regulares semanales caen de 49 a 43 en los últimos 20 años. Como contraparte 2 de cada 3 empleados declaran trabajar horas extra. La meritocracia, en tanto, parece seguir en compás de espera ya que al 2009 un 46% de la gente consiguió su último trabajo a través de redes de contacto de conocidos y familiares.

Otras diferencias significativas se aprecian en los actuales trabajos de los chilenos. En general, hoy hay más profesionales en el país: Entre 1990 y 2010 se aprecia un aumento del 10% al 15% en hombres, y en mujeres del 13% al 19% en igual período, al comparar Encuesta Mundial de Valores y estudio UNAB. En cuanto a los salarios, las cifras muestran que en 1990 el promedio de ingreso era de $ 260.831 casi dos décadas después aumenta a $ 470.426.

En 20 años, sin embargo, la brecha socioeconómica según de ingresos por familia en Chile sigue siendo muy amplia: en 1990 el quintil más obre según la Encuesta Casen, tenía un ingreso de $ 82.706 frente en el mismo año el quintil más rico, en cambio, recibía $ 625.757. En 2009, en tanto, este ingreso fue de $ 149.908 frente a $ 1.068.444 de los grupos socioeconómicos bajos y altos respectivamente.

Síntomas que evidencian una mejoría en la calidad de los trabadores chilenos es que los empleados de estrato económico bajo, no dedicados a trabajos manuales, aumenta de 10 a un 16% en los últimos 20 años y cae en la mujeres de 28 a 18% en las últimas dos décadas. Como buen síntoma se anota una crecida la cantidad de trabajador manual especializado de 12 a 16% en hombres, mientras que el no especializado cae de 32 a 9%.

 ¿Por qué trabajan los chilenos?

La muestra arroja que casi la mitad de los encuestados se encuentra trabajando. Dos tercios dicen que por necesidad, lo que se incrementa entre los mayores de 60 y en el nivel socioeconómico (NSE) bajo. En esta demanda coinciden hombres y mujeres. Este punto se relaciona con que el 58% de los chilenos lo que más valora del trabajo son las remuneraciones. Y, precisamente, es de lo que más se quejan, pues apenas le ponen una nota 4,8. Así no es extraño que el 94% considere el trabajo como una forma de ganarse la vida y sólo el 17% trabaje por desarrollo personal o profesional.

A juicio de target=»_blank»>Sebastián Mathews, académico de la Facultad de Economía y Negocios de la U. Andrés Bello, el 100% debiera considerar el trabajo como una necesidad económica. El que no ha pasado por la universidad va a trabajar esencialmente por necesidad monetaria, en los otros casos se puede dar una mezcla: porque necesita los ingresos pero busca alternativas para desarrollarse profesionalmente. Cuando un trabajador está ganando lo suficiente puede buscar algo más allá de la remuneración, como reconocimiento o valoración del medio”.

Pese a la insatisfacción salarial el 53% no aceptaría un ascenso laboral si eso redunda en menos tiempo para actividades personales y familiares. Allí convergen transversalmente edades y grupos socioeconómicos. De hecho la flexibilidad en el trabajo adquiere cada días más valoración: el 42% de los encuestados la da más importancia, en primer lugar, a la duración de la jornada por sobre el 30% que le da mayor relevancia al lugar de trabajo. Finalmente el 29% prioriza la distribución de horas trabajadas en el día. Y efectivamente los chilenos trabajan menos. De acuerdo a la Encuesta Casen, las horas regulares semanales caen de 49 a 43 en los últimos 20 años.

Puntualmente Mathews explica, que lo que la gente quiere es tener más libertad para trabajar en las horas que quiera y así moverse durante el día. Lo que ellos no quieren, en cambio, es estar amarradas en una oficina. “La gran diferencia entre hombres y mujeres en este punto es que ellas privilegian los trabajos media jornada o part time especialmente por los hijos”.

Aunque hay quejas tampoco se trata de que la vida laboral en Chile es un infierno. En escala de 1 a 7 los chilenos le ponen un 5,7 a la relación con sus jefes, un 5,6 al gusto que les da hacer su trabajo e igual nota al ambiente laboral, mientras que la estabilidad la valoran con un 5.3. Jugando al profesor la peor calificación la manifiestan cuando tienen que calificar el tema dinero: un 4,4 en ítem remuneración.

II BRECHA EN EL MUNDO LABORAL: Educación, ingreso y capacitación

Los chilenos han tenido un promedio de 4 trabajos remunerados en su vida, que aproximadamente duran 6,8 años. Aquí los hombres sacan nuevamente ventaja a las mujeres con una permanencia de casi dos años más en cada ocupación. Lo que revela la encuesta, además, la necesidad de emplearse es más urgente en los estratos más pobres, lo que redundaría en menos oportunidades de estudio.

Las familias de estratos bajos, explica Sebastián Mathews, necesitan mayores ingresos, no les queda otra opción que trabajar más temprano, lo que inevitablemente los lleva a desistir de estudiar una carrera universitaria. No es sorprendente, por lo tanto, que el nivel alto entre al mundo laboral unos años después. “A medida que el país se siga desarrollando y haya menos desigualdad esa distancia irá convergiendo”, asegura.

En efecto, si se analizan los datos entre 1990 y 2009 la clave en el aumento sustancial de los ingresos radica en los años de estudios. Son los trabajadores que completan los años de educación superior quienes marcan la diferencia. La tasa de ocupación entre quienes tienen 0 y 3 años de escolaridad cae de 37% en 1986 a 24% el 2009. Por la otra vereda, el empleo en las personas que poseen 13 años de escolaridad y más se mantiene en torno al 60%. En cuando al salario, la Casen 2009 muestra que una profesional universitario gana en promedio seis veces más que un trabajador que tiene enseñanza básica completa (1.200.000 versus 200.0000, aproximadamente).

Evidentemente es el grupo socioeconómico alto el que acumula el alza de ingresos a través de los años. Esto se sostiene en que el 15% de los encuestados del nivel alto sólo estudia y su edad promedio de inicio laboral es de 20 años. O sea, tres años después que el NSE bajo, cuyo 3% apenas se dedica a los estudios. En cuanto a la capacitación, desde el 2005 hasta hoy el 28% del sector alto declara haber asistido a algún tipo de capacitación, mientras que el 15% del estrato bajo corrió la misma suerte.

Los estratos más altos, además, acceden a la educación continua (post grados y doctorados), lo que permite escalar en remuneraciones. “En general –explica Mathews- los puestos más bajos no se capacitan y sienten estancamiento. En puestos de mayor responsabilidad se estudia por cuenta propia o por que la empresa te envía y eso te hace sentir mayor satisfacción y que no sólo trabajas por el sueldo”.

Una de las demandas más requeridas por los trabajadores chilenos es el acceso a capacitación. Pero en los últimos 5 años sólo un 22% de la fuerza laboral en Chile ha recibido capacitación. Entre el estrato alto y bajo la diferencia es notable: 28% versus 15% respectivamente. Este punto asoma como una deuda empresarial, sobre todo si se considera que el 61% de los encuestados dice que esta instancia de aprendizaje y superación “lo ha ayudado mucho” en su trabajo, siendo los mayores de 60 y más quienes más lo valoran (70%).

La capacitación significa entregarles herramientas a las personas para que hagan de mejor manera su trabajo actual y para que ejerzan nuevas responsabilidades, dice Mathews. “Los niveles más altos sienten que han ido evolucionando súper bien y perciben que entre la universidad y los cursos que le ha pagado la empresa, han tenido la posibilidad de desarrollarse y capacitarse,. Esto no ocurre con los sectores más bajos que sienten que toda su vida han hecho lo mismo”, asegura.

Junto con esto, el porcentaje de personas que trabaja del sector alto versus el bajo es de 53% y 41%, respectivamente. Si se considera que el 30% del NSE bajo dice dedicarse a los quehaceres de la casa, serían las mujeres las que generan que la tasa de desocupación del estrato bajo caiga 12 puntos en comparación al nivel alto. “Gran parte la gente del nivel bajo trabaja para colaborar en el hogar, por lo tanto, a medida que el ingreso te sirve para financiar los gastos del mes, más vas a percibir que trabajas para subsistir. Si tus ingresos te dan holgura para ahorro, por ejemplo, las personas sentirán que lo hacen menos por presión económica, porque los ahorros te permiten, eventualmente, quedar sin trabajo y vivir de ellos”, dice el economista de la U. Andrés Bello.

Aunque la muestra arroja que sólo el 3% hoy trabaja y estudia, el especialista explica que gracias a la presencia de las universidades privadas los chilenos han sumado más años de estudios. “Las Universidades tradicionales siguen formando a la misma gente, pero las privadas es donde se ha abierto las oportunidad a personas que antes no las tenían, por ejemplo, personas que trabajan y estudian”, afirma Sebastián Mathews.

 III MUJER EN EL MUNDO DEL TRABAJO: Deuda que se perpetúa en lo laboral

Con 200 años de vida republicana la “deuda histórica” en términos laborales sigue siendo para la mujer. Hoy trabajan más pero en desfavorables condiciones respecto del hombre. Pero, además, la tasa de ocupación es muy superior en hombres: 66% frente a un 33% en mujeres. “La incursión de la mujer en el mundo laboral es reciente a nivel mundial, asegura el académico, ya que hace menos de 100 años, o sea, es un tema cultural que se tiene que ir superando”.

Se requiere entonces menos rigidez en la legislación para mejorar desigualdades como que la desocupación de las mujeres llegue al 10% y en los hombres sea menos de un 7% aproximadamente. Esto ocurre, por ejemplo, porque cuando una mujer se va con prenatal se debe reemplazar por alguien que, seguramente, no será tan eficiente, lo que implica que se tenga que invertir en recursos en capacitarla. Y así los costos se disparan.

Esto se suma a que, arbitrariamente, en la medida que aumenta el nivel educacional los salarios entre géneros se distancian aún más. Una mujer con educación universitaria completa gana en promedio un 66% de lo que gana un hombre con las mismas condiciones educacionales. En cambio las mujeres sin educación formal, ganan un 95% de lo que percibe un hombre en dicha situación. Por ejemplo, en 2009 una mujer en promedio gana aproximadamente 320 mil pesos, mientras que un hombre recibe en promedio como ingreso $ 470.000. Esta brecha salarial se ha mantenido estable y sin desde 1990 hasta la fecha.

Sebastián Mathews, economista UNAB.

Según Sebastián Mathews el gran punto de inflexión sigue siendo el pre y post natal femenino, que, a su juicio, le juega en contra a la mujer ya que para una empresa siempre es más cara que un hombre. “Por eso lo que tenemos que hacer es subir los costos a ellos y así crear más oportunidad de empleo para ellas”, propone. Hoy la gran diferencia de género radica en el acceso al trabajo, que sigue atado al tema de costos.

Por lo tanto, argumenta, “el pre y post natal debiese ser para ambos. Si queremos más fuerza femenina trabajando y deseamos reducir las diferencias de ingreso lo único que nos queda es encarecer a los hombres y dejarlos en términos relativos más parecidos a una mujer”. Aunque reconoce que equiparar los costos puede generar más desempleo masculino, una ley –asegura- obligaría al empresariado a respetarla y dado el buen momento económico que atraviesa Chile la medida no generaría gran impacto negativo.

El académico UNAB culpa, además, a la ley de igualdad salarial que dice que una mujer a igual cargo y funciones debe ganar lo mismo que un hombre, o en caso contrario tú puedes demandar a la empresa. “Entonces si tengo dos puestos más o menos parecidos y uno tiene menos remuneración, aunque quiera contratar a una mujer no lo haré para evitar que me demande. Vale decir, todo lo que se ha hecho ha dejado en desventaja a la mano de obra femenina, ya que son sólo medidas populistas que terminan yendo en contra del trabajo de la mujer”, explica.

Fotografía laboral femenina

Según la encuesta 2010 UNAB- Data Voz, en tanto, la fotografía actual de la mujer chilena dice que ha tenido 3,2 trabajos pagados en su vida, que comienza a trabajar a los 18 años, que cumple un promedio de 35 horas semanales, es decir, siete menos que el hombre. Sin embargo la mujer le dedica 4 horas a las labores del hogar y 3 a estar con sus hijos, mientras que el hombre sólo 1.6. Es decir, llega del trabajo llega a “laborar” nuevamente al hogar. Ellas destinan 7 horas del día a actividades del hogar y cuidado de los hijos, vale decir, doblan en este punto lo que hacen los hombres en el hogar, por lo tanto, crece la sensación de que se “trabaja” inequitativamente en la casa.

Por ello en términos de flexibilidad el 35% valora el lugar de trabajo, mientras que el 40% le da importancia a la duración de la jornada. Por otro lado, con respecto a aspirar puestos más altos al interior de las empresas, desde 1990 hasta hoy, prácticamente no existe cambios: solo el 1% de las mujeres son gerentes o dueñas de empresas. Pero a favor, los datos indican que aumenta la cantidad de mujeres profesionales de un 13% hace 20 años, a un 19% en la actualidad.

Un dato interesante que reveló el análisis de las cifras que a mitad del siglo XX, 1 de cada 3 mujeres ocupadas trabajaba como empleada doméstica en el país, hoy es aproximadamente 1 de cada 6.

IV UNA VEJEZ DESPROTEGIDA: Bajas expectativas ante la jubilación

Un problema social que vislumbra la encuesta UNAB es el futuro de los pensionados. Hasta el año 2000, el porcentaje de hombres y mujeres que cotizaban era similar y superior al 60%. Con el cambio de milenio, las mujeres empiezan a cotizar un poco menos que los hombres (65% hombres versus 59% mujeres al 2009). Sin embargo, entre quintiles hay grandes diferencias en el porcentaje de gente que paga sus imposiciones. Mientras en el más rico las personas que cotizan alcanzan casi un 70%, en el quintil más pobre sólo lo hace un 46% de ellos.

Según la encuesta UNAB el 42% de los chilenos mayores de 60 años no cotiza en el sistema previsional. Por ello no es extraño que casi dos tercios de este tramo de edad, declare que quiere seguir trabajando después de pensionarse. Es la tendencia que se observa desde 1982 hasta hoy. Hace 28 años la tasa de ocupación en las personas de 60 años y más era de 14% y aumentó a 21% el 2009.

Pese a todo 8 de cada 10 entrevistados sobre 60 años cree que en Chile no existen posibilidades laborales para ellos. Razón de esto es que el 72% de los adultos mayores se muestran muy preocupados o medianamente preocupados del monto de la pensión que recibirán tras la jubilación. De ahí que el 64% valore el ingreso como lo más importante del trabajo que realiza.

El economista de la UNAB Sebastián Mathews, cree que la edad no siempre juega en contra para conseguir trabajo, como sucede con los académicos de las universidades, por ejemplo. Además de trabajar por necesidad, para sumar ingresos a una pensión poco satisfactoria, muchos mayores de 60 años, ven el empleo como una forma de mantenerse activos y productivos, al mismo tiempo.

Las cifras no se equivocan, en todos los grupos etarios 2 de cada 3 personas esperan ganar la mitad o menos de la mitad de lo que ganan actualmente cuando se jubilen. La expectativa de ingresos reducidos tras pensionarse es más frecuente en los estratos medios y bajos, que cuentan con menos alternativas para financiar su vejez, y especialmente entre quienes no cotizan en el sistema previsional.

Pese a las bajas expectativas cerca de la mitad personas piensa financiar su vejez con una pensión, número que no ha variado si se compara la encuesta CASEN 2006. Donde sí se nota un salto es entre quienes declaran que costearán sus años de tercera edad con ingresos propios, seguros o ahorros: de un 9% (CASEN 2006) aumenta a un 28% (Encuesta 2010 UNAB-DATAVOZ).

También puedes leer esta noticia en la Revista Sábado de El Mercurio en http://bit.ly/9YtDdy

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Escrito por: Prensa-UNAB