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Enfermero UNAB doblega las inclemencias del tiempo en el sur de Chile

Gonzalo Cisternas, enfermero titulado en la Facultad de Enfermería de la U. Andrés Bello, trabaja en el Buque Patrullero Médico Dental Cirujano Videla de la Armada de Chile, que atiende a habitantes del Archipiélago de Chiloé.

Gonzalo Cisternas, enfermero titulado en la Facultad de Enfermería de la U. Andrés Bello, es uno de los profesionales del Buque Patrullero Médico Dental Cirujano Videla de la Armada de Chile, que atiende a habitantes del Archipiélago de Chiloé.

Son las 7 AM y comienza la jornada en el Buque Patrullero Médico Dental Cirujano Videla de la Armada de Chile. Cerca de una hora después, el equipo de salud compuesto por médico, matrona, enfermero, dentista, paramédico, asistente dental y tecnólogo médico, bajan de la embarcación para dirigirse al bote de goma tipo zodiac, conducido por los marinos hasta la rampa de alguna isla del Archipiélago de Chiloé. Uno de los profesionales de este equipo es Gonzalo Andrés Cisternas Monsalve, enfermero titulado en 2014 en la Facultad de Enfermería de la Universidad Andrés Bello.

A sus 29 años, este ex estudiante de la UNAB traslada a la posta rural en la isla – junto al resto del equipo-, las maletas con medicamentos, insumos y baterías para exámenes y comienza la atención a niños y adultos.

Todo comenzó cuando, tras rendir su examen de grado, viajó por vacaciones a Chiloé para luego integrarse a una clínica en Santiago. Sin embargo, su destino cambiaría.

Un día antes de partir, entró por curiosidad a la página web del Servicio de Salud Chiloé. “Ahí, vi el concurso publicado en el que necesitaban un enfermero para el Buque Patrullero Médico Dental Cirujano Videla de la Armada de Chile. Postulé y, cuando estaba en Santiago, me llamaron a una entrevista en el Hospital de Achao, ubicado en la Isla de Quinchao. Me vine de un día para otro, sin conocer a nadie”, afirma Cisternas y agrega: “Durante la entrevista (que duró cuatro horas) me dieron a conocer los riesgos que tenía el trabajar en un buque, bajo condiciones climáticas poco favorables y sin muchas comodidades. Pero sentía que era lo mío… Más tarde, recibí un llamado telefónico y me dijeron: ‘Gonzalo, no fue necesario esperar más, empieza el lunes”, relata el enfermero de la UNAB.

Tras cumplido 3 años trabajando en esta localidad, Gonzalo Cisternas realiza su positivo balance: “Ha sido una experiencia increíble, muy enriquecedora en términos profesionales y desarrollo personal, por la gran labor social que se realiza”, dice.

No obstante, la realidad es cruda en estas localidades sureñas, tanto por las condiciones climáticas, como por la extrema ruralidad y aislamiento en las que viven muchos habitantes de las diferentes islas que conforman el Archipiélago de Chiloé. Por otra parte, dice el enfermero, está la falta de artículos médicos, como medicamentos, insumos de curación, entre otros, que dificultan las tareas.

“Sin embargo, eso no impide realizar mi trabajo y puedo hacer grandes contribuciones. Por ejemplo, detectar alteraciones en el desarrollo psicomotor en niños, ser participe en el rescate de naufragios, determinar ciertas patologías al examen físico tanto pediátrico como en adultos. Entre otras muchas cosas. Por eso digo que gracias a un trabajo minucioso y en equipo, contribuimos al bienestar de la población local”, subraya Cisternas.

Lo bueno y lo malo en Chiloé

Durante las dos primeras semanas de cada mes, el ex estudiante de la U. Andrés Bello trabaja en el Buque Cirujano Videla visitando alrededor de 12 postas rurales distribuidas en las comunas de Quinchao, Quellón, Queilen y Quemchi. “Soy el enfermero encargado de los controles de pacientes crónicos, control de salud infantil, visitas domiciliarias, curaciones y otros quehaceres relacionados con mi rol”, explica el profesional y agrega que «realizo atenciones tanto en las postas de salud en cada isla, así como a bordo del buque cuando son casos de urgencia y/o procedimientos».

Cisternas destaca su labor en el buque. “Es importante la oportunidad de brindar atención médica a personas que no tienen acceso a servicios de salud dada su extrema ruralidad y aislamiento, eso es totalmente gratificante. Además, eso me ha dado la oportunidad de conocer y disfrutar de la naturaleza, descubrir lugares donde sólo es posible acceder vía marítima y sólo si hay buen tiempo y, por supuesto, la bondad de la gente y las maravillas de Chiloé”, aclara.

Respecto a lo malo, Cisternas reconoce que le gustaría entregarles más a los pacientes. “Muchas veces ellos viven lejos de las postas y deben caminar mucho para llegar a recibir atención. En invierno es más cruel porque llegan todos mojados y acá cuando llueve, ¡sí que llueve!, uno siente que está viviendo en el pasado, porque hay lugares que no tienen agua potable ni luz eléctrica. Están totalmente incomunicados y apartados de la sociedad, e incluso sin la posibilidad de salir de la isla”, destaca.

El aporte de la UNAB y los futuros planes

Gonzalo mantiene una muy buena impresión de la que fue su casa de estudios: “La UNAB me entregó todas las herramientas para poder realizar un buen trabajo. Mis docentes siempre nos fomentaban brindar una atención humanizada a los usuarios y me inculcaron darles una asistencia holística. Aún mantengo contacto con ellos, con quienes compartimos nuestras experiencias clínicas, me orientan en algunas situaciones como por ejemplo curaciones, los profesores aún son un gran apoyo. Incluso, la profesora Heidi Hevia, experta en heridas y ostomías, ha venido a capacitar a los enfermeros en Chiloé», relató.

Los planes de este enfermero son seguir perfeccionándose en salud familiar, especialmente, en salud rural, ya que es un área donde en esta zona se requieren profesionales. A largo plazo, reconoce, que le encantaría poder ser voluntario en alguna ONG, brindado apoyo y atención de salud en países que vivan en condiciones de vulnerabilidad social.

Ya alrededor de las 17 horas se termina la ronda médica y el equipo profesional del Buque Patrullero Médico Dental Cirujano Videla de la Armada de Chile se dirige caminando hasta la rampa para subirse al bote de goma y regresar al buque. Ahí, recién almuerzan, comentan la jornada y navegan a un lugar seguro a pasar la noche.

Escrito por: Sonia Tamayo