Ecoturismo Activo y Participativo en San Pedro de Atacama
Llenos de nuevas experiencias y aprendizajes llegaron a Santiago los 65 alumnos de la carrera de Ecoturismo que participaron durante 12 días en talleres en terreno realizados en San Pedro de Atacama y sus localidades aledañas. Una experiencia inolvidable fue la que vivieron, junto a sus profesores y ayudantes, los alumnos de la carrera de […]
Llenos de nuevas experiencias y aprendizajes llegaron a Santiago los 65 alumnos de la carrera de Ecoturismo que participaron durante 12 días en talleres en terreno realizados en San Pedro de Atacama y sus localidades aledañas.
Una experiencia inolvidable fue la que vivieron, junto a sus profesores y ayudantes, los alumnos de la carrera de Ecoturismo.
Durante doce días, y en el marco del ramo Taller de Ecoturismo Activo, los futuros profesionales y sus guías se trasladaron a la Región de Antofagasta para visitar y aplicar sus conocimientos en terreno distintas localidades de San Pedro de Atacama y trabajar con las comunidades indígenas realizando diferentes actividades y talleres.
La aventura comenzó el 23 de septiembre en el campus República, lugar al cual llegaron dos buses facilitados por la Universidad para recoger a los alumnos. El viaje fue largo y tras 22 horas de carretera, el grupo arribó a San Pedro de Atacama. Pese al cansancio, el entusiasmo primó y los jóvenes comenzaron de inmediato a preparar y llevar a cabo las actividades planificadas durante el semestre.
La primera comunidad visitada fue Talabre en la que las actividades se concentraron en conocimiento y apoyo para la puesta en valor turística de la agricultura y las labores cotidianas de los habitantes del pueblo. Entre otras cosas, se construyeron hornos solares, se realizó una limpieza general del pueblo y se instaló señalética hacia petroglifos localizados en quebradas cercanas a esta localidad. También hubo memorables partidos de fútbol con la comunidad y otras instancias de intercambio, como una tarde en que los habitantes del pueblo retribuyeron el apoyo de los estudiantes con ricas sopaipillas.
Tras la experiencia en Talabre, los estudiantes se trasladaron a Machuca, un pueblo en el que viven de manera permanente sólo diez personas. Durante los tres días de estadía se trabajó en la limpieza de un sendero de trekking, el emparejamiento de las calles, la extracción de guano y la instalación de una reja en el vertedero para el control de la basura, además de practicar técnicas de trabajo en equipo y de integración con las comunidades locales.
Una vez concluida su labor, los jóvenes bajaron al Desierto de Atacama para emprender una caminata que duró dos días e incluyó una noche durmiendo a la intemperie aplicando técnicas de sobrevivencia y mínimo impacto ambiental.
Luego de la travesía, los viajeros llegaron a Coyo, un oasis situado a pocos kilómetros al suroeste de San Pedro de Atacama donde, entre otras actividades, se realizó el ascenso al cerro Toco, de 5.604 metros de altitud. Esta escalada fue una actividad marcada por el esfuerzo, el compañerismo y el apoyo que permitió que concluyera con la totalidad de la gente en la cumbre, bajando también todos en perfectas condiciones.
El broche de oro, para los doce días en el norte, lo pusieron los habitantes de la comunidad de Coyo, quienes organizaron una Peña bailable con música en vivo para los estudiantes de Ecoturismo de la UNAB.
Tal como explicó la alumna, Francine Durot, la rutina diaria incluía sesiones de yoga y fogatas. “Nos despertábamos a las 7 de la mañana a hacer yoga y luego a las 8:30 teníamos la primera reunión donde nos organizábamos en grupos para trabajar en las diferentes tareas… La jornada terminaba con la caída del sol. En estos momentos había tiempo para comer, compartir música y organizar las actividades venideras. Algunas noches se hacían reuniones para discutir, solucionar conflictos y organizarnos, y cuando era posible, esto se hacían junto a una fogata de mínimo impacto”, contó Francine.
“En cada comunidad fue distinto, ya que no todas tenían una apuesta turística desarrollada, lo que de alguna forma ayudó a que aprendiéramos a relacionarnos con las personas con interés y cordialidad, adaptándonos a cada situación para hacer lo mejor posible en cada lugar y actividad. El grado de vinculación con la gente, y por ende nuestro aporte, varió según su interés con el turismo y con las actividades a las que los convocábamos”, concluyó.
Escrito por: Prensa-UNAB