A pata pelá│Mari Galmez, directora del Núcleo de Diseño de Campus Creativo UNAB
La Mari es “arquitecto de profesión… muy curiosa de vocación”, como dice su twitter. A partir de esa carrera derivó en “múltiples variables curiosas” –define– como las intervenciones urbanas.
Directora del Núcleo de Diseño de Campus Creativo UNAB
Mari Galmez
“Las intervenciones urbanas mezclan mi pasión por la arquitectura, el diseño y lo textil”
rel=»attachment wp-att-182202″>—¿Qué es lo que te hace más feliz?
—Hacer cosas. Me paso todo el día haciendo cosas.
—¿Y eres una mujer muy feliz?
—Soy una mujer muy feliz, sí. Soy muy afortunada de poder hacer lo que me gusta.
Mari Galmez (41), directora de la Escuela de Diseño de la UNAB, es “arquitecto de profesión… muy curiosa de vocación”, como dice su twitter. A partir de esa carrera, que desarrolla en su casa-oficina, donde diseña casas y hace micro arquitectura boutique, derivó en “múltiples variables curiosas” –define– como las intervenciones urbanas.
Allí la “Mari”, como la llaman quienes conocen a María del Carmen, se encontró: “En estas intervenciones urbanas mezcla mi pasión por la arquitectura, el diseño y lo textil. Las trabajo a escala urbana, entendiendo la ciudad como soporte; proponemos el problema, lo diseñamos y luego las desarrollamos, en general, con materiales textiles. Vistiendo retazos de la ciudad”.
Uno de sus mayores logros es el Yarn Bombing en Parque Bicentenario: “lo envolvimos todo en lana, fue monumental, de muchos kilómetros de extensión”, dice. También ha hecho intervenciones interiores en el Museo de Bellas Artes, eventos de diseño y espacios urbanos.
De sus intervenciones disfruta que son colaborativas. “Si bien creo el proyecto, es un equipo de muchas personas que trabajamos en conjunto. Están hechos por miles de manos y eso me fascina, son las manos que me faltan, porque si pudiera estaría cosiendo todo el día”, agrega.
Hoy sus esfuerzos, y de sus estudiantes, están en una intervención que pretende “vestir” 120 luminarias, en una extensión de 3 km, a partir del 1 de septiembre, en Parque Bicentenario. En paralelo trabaja en otra iniciativa relacionada con comida, diseño y jardinería, que presentará a fines de ese mes, y “tres cosas” más para fin de año.
Y es que las ideas no paran: “Me encantaría intervenir construir con telas el viento en el desierto y hacer islas artificiales en un lago”, confiesa.
—¿Cómo vienen estas imágenes a tu cabeza?
—Creo que son de la colección de imágenes que uno junta desde la infancia, desde el hacer: yo pienso haciendo.
—¿Y en qué estás cuando vienen?
—En la ducha, pienso mucho ahí. Me fascina el agua. Muchas veces cuando necesito pensar lleno una tina, me meto y es como mágico, se aclara todo (…) En general me enamoro de un material y me pregunto ¿qué proyecto puedo hacer con esto? Ahí empiezo un constante proceso de prueba y error, pero con una clara imagen de lo que quiero obtener. Me encanta experimentar con materiales, trato de innovar con las texturas y la idea de trasladar elementos cotidianos en un ámbito a otro.
—¿De dónde viene este apego a la materialidad?
— Desde muy chica, de buscar que las cosas fueran hechas de otras cosas. Es inquietud, pura curiosidad. Construía cosas que me hacían soñar. La influencia familiar es fuerte: mi abuela y mi madre eran diseñadoras de vestuario y artistas, mi casa y su lugar de trabajo siempre estaban llenos de trapos y con ellos hacía casas.
—¿Cómo es esta familia de artistas?
—Mi madre es pintora y mi padre, que murio, era un ingeniero agrónomo que se dedicó a experimentar con la hidroponía hace muchos de años en Chile. Tengo cinco hermanos muy unidos y muy distintos: una periodista, otra matemática, diseñadora de vestuario, ingeniero y profesora de inglés. Todos emprendedores.
—¿Y tu propia familia?
—Estoy casada con Christian Powditch, músico y arquitecto. Trabajamos juntos en arquitectura. Y tengo una hija: Mía de 7 años. Nuestra vida es bien entretenida. Tenemos una casa-oficina donde hay mucho de trabajo y de arte (…) es saturadísima, hay maquetas, somos coleccionistas de libros y tenemos millones de discos de música, somos bien acumuladores. Mi hija está acostumbrada.
—¿Cómo se desconectan?
—Tratamos de arrancarnos casi todos los fines de semana a una covachita en la playa, en Zapallar. Cada vez que podemos vamos allá a pasear, caminar, cocinar, escuchar música… es un lugar de menos hacer, de relajo, no llevamos trabajo, es un espacio entero blanco.
—¿Construyes cosas con Mía?
—Sí, construimos muchas cosas, leemos juntas, es una persona alucinante. Es súper artista, se nota en sus dibujos y en las canciones que hace. Es muy chica y escribe cuentos y poesías y los ilustra ¡Y ya está haciendo maquetas! Pensamos que podía ser ingeniera o médico, pero al parecer eso no va a pasar, los genes están cargados.
—¿Cómo ha sido ser mamá?
—Increíble!!! soy súper trabajólica, por eso la maternidad fue como wow… hay que parar. Pero ha sido una experiencia para mí maravillosa.
—¿Y embarazada pudiste parar?
—No, no paré nunca. De hecho el día antes estuve trabajando y ese día en la clínica me estaba tomando una Coca Light. Y tuve la guagua y a la semana ya estaba de vuelta corriendo de papa en papa.
Por Macarena Villa
Fotografía y video: Carolina Corvalán
Iluminación: Mauro Miranda
DIARIO UNAB N°21
Agosto/Septiembre 2015
La preparación!
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Escrito por: Prensa-UNAB