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Todo por un like: Si te muestro ¿cuánto me miras? Y si te miro ¿cuánto me muestras?

Stalkear es la palabra que se ha normalizado para la práctica de enterarnos compulsivamente de la vida de alguien o de opinar de ella a través de sus redes sociales. ¿Dónde está el límite entre lo sano y lo patológico de querer mostrar y mirar?

Tan pronto Netflix estrenó su serie “You” miles de personas en el mundo comenzaron a ver reflejada su propia vulnerabilidad y exposición en las redes sociales. El miedo de tener a un asesino como Joe Goldberg visitando sus perfiles hizo que los más radicales cerraran sus cuentas, pero ¿por cuánto tiempo?

Es probable que, si nos preguntan si podemos prescindir de un perfil en Instagram, Facebook, Twitter, Messenger, o la red que esté de moda, la respuesta sea sí, pero ¿queremos hacerlo?, ¿Estamos dispuestos a dejar de mostrarnos y de ver lo que hacen los demás?

La psicóloga de la Universidad Andrés Bello, María José Millán, explica que desde la aparición de las redes sociales se ha hecho evidente una progresiva exposición de los usuarios. En el caso de los más adultos, primero fueron “algunas tímidas fotos y algunos mensajes en los muros” para dar paso a la publicación constante y cada vez más reveladora. Hoy incluso, muchos utilizan la georreferenciación, para mostrar su ubicación en tiempo real.

Los nativos digitales, en cambio nacieron conociendo términos como selfie y like; y han migrado de Facebook a redes como Instagram o Snapchat con formas de comunicación más visuales y que “ofrecen la sensación de que todo debe ser rápido, que debo estar conectado constantemente porque lo que está expuesto en ese lugar pronto no estará”, dice Millán.

Pero junto con el aumento de lo que estamos dispuestos a mostrar, está también el de lo que estamos dispuestos a mirar y a comentar. El concepto de Stalkeo, por ejemplo, es aquel que justifica que una persona pueda revisar decenas, cientos o miles de veces el perfil de otra. En Argentina, por ejemplo, los adolescentes han normalizado este concepto para referirse al seguimiento que realizan cuando hay atracción, enamoramiento, enojo, admiración, etc, pero la palabra que deriva del inglés “Stalk” que quiere decir acosar, puede referirse también a la persecución, la intimidación, la funa, etc.

 

Los que se muestran

Existen casi tantos tipos de redes sociales como tipos de personalidades podemos encontrar en el mundo, por lo que es reduccionista tratar tipificar al usuario de las redes, anticipa la sicóloga, sin embargo, se pueden reconocer algunos límites comunes que pueden dar luces de cuando la exposición alcanza ribetes patológicos.

Interrumpir las actividades de la vida real por una imperiosa necesidad de publicar, no medir los riesgos que implica una publicación (sobran ejemplos de muertes intentando hacer una selfie), estar pendientes de los likes que obtengo desatendiendo la vida real, son algunos indicios. “Hay personas que buscan retroalimentación constante y refuerzo, requieren que el resto del mundo vea sus vidas y les responda a lo que ven. Podemos encontrar personas que muestran una vida como desearían, sin que necesariamente sea la que llevan. Fingen para mantener un estatus”, describe.

También hay quienes exponen sus problemas en las redes por medio de comentarios explícitos o insinuaciones y que esperan recibir comentarios positivos, pero estamos viviendo en una época en la que incluso se incita al suicidio. “Estas personas requieren atención, sin embargo, no saben buscarla de la forma adecuada en una conversación cara a cara”.

Los que miran

Del otro lado, de la persona que mira, también puede ser un acechador, como en el caso del protagonista de “You”. “Mirar en internet qué hacen nuestros conocidos o personas de nuestro interés como actores o cantantes, es en la actualidad una acción considerada normal, se convierte en anormal cuando se traspasan los límites socialmente aceptables y se empieza a perder el juicio de realidad, que permite reconocer que mirar un perfil de otra persona que no conozco no me hace parte de su vida, ni me permite opinar o interferir en sus decisiones y formas de vivir”.

Cuando estar mirando otro interfiere con el desarrollo de las actividades normales de la propia vida, deja de ser normal. “En general tienden a mirar más las personas que en la vida real tienen dificultades para relacionarse fluidamente, que sienten grandes niveles de ansiedad al establecer relaciones cara a cara”.

También hay quienes expresan comentarios de odio, funas, “stalkean” o asechan, o publican información falsa respecto de otros. Todas estas son situaciones sin duda a las que debemos estar atentos y que pueden estar asociadas a problemas psicológicos de las distintas partes involucradas. “Cada una uno de estos comportamientos son diferentes y se producen en diferentes contextos, pero cada una de ellas impacta gravemente en las vidas de quienes son víctimas, generan sentimientos de ansiedad, desprotección, afectan la autoestima de las personas y pueden generar trastornos del ánimo o ansiosos”.

 

¿Qué hacer?

Por eso es importante tener claridad de que “la primera forma de protegernos es no exponernos, una vez que traspasamos esa barrera de protección, es importante recordar recomendaciones básicas como no informar de los lugares donde estaremos, los colegios o universidades donde estudian nuestros hijos incluyendo fotos de sus informes escolares, etc”.

“Podemos enseñar a los niños y jóvenes a protegerse en la red mostrándoles la diferencia entre lo privado y lo público, enseñándoles qué es adecuado, inadecuado o peligroso publicar y que no todas las opiniones son válidas de exponer. Si vamos a decir algo dañino de alguien es mejor no hacerlo”, aconseja.

Además, es importante ayudarles a sentirse seguros de sí mismos y mostrarles que lo que otros dicen respecto a nosotros en las redes sociales no es una representación real de lo que somos, son solo opiniones de personas que no nos conocen.

 

Escrito por: Tania Merino