“CONOCE A TU PROFE”: Vicky Parraguez, una terapeuta ocupacional viajera y defensora de la libertad
Vicky Parraguez, académica de la Escuela de Terapia Ocupacional de la U. Andrés Bello, abrió un diálogo con honestidad y con la transparencia que la caracteriza. La fundadora de la Escuela, exdirectora, exvicedecana de la Facultad de Ciencias de la Rehabilitación y actual doctora en Educación, cuenta sus gustos, desafíos y aspectos desconocidos de su vida.
Vicky Parraguez Correa conoce perfectamente bien la Escuela de Terapia Ocupacional de la U. Andrés Bello y los estudiantes que por aquellas aulas y pasillo pasaron y transitan también saben de su hablar pausado y dulce, de su sonrisa y su disposición. Fueron ocho años que la dirigió, tras llegar a ponerla en marcha en el 2000 y hoy es académica.
rel=»attachment wp-att-230374″>Abre el diálogo con honestidad y con la transparencia que la caracteriza para relatar algunos pasajes importantes de su vida, su relación con su hija, el placer por viajar y el amor por la libertad. Estos son los sentimientos de una mujer 100% jugada por los que quiere.
¿Por qué estudió Terapia Ocupacional?
Estudiar Terapia Ocupacional ha sido la mejor decisión profesional que he tomado, pues es una carrera que abre diferentes posibilidades de desarrollo laboral, dejando siempre mucha autonomía para intervenir en diversos contextos y grupos de personas. Si se conoce en profundidad la esencia disciplinar de la Ocupación, uno se puede involucrar en los escenarios más diversos, explorado y creando el propio camino de experiencia profesional. En esa libertad de creación he tenido la fortuna de crecer personal y laboralmente.
¿Cuáles son sus logros en lo académico y profesional?
Una vez egresada de la Universidad de Chile, tuve la posibilidad de abrir (como única TO) la unidad de Terapia Ocupacional del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación de la Clínica Indisa, gestionando los recursos, definiendo los programas de intervención, y validando mi quehacer con los diferentes profesionales de la institución. Y como la vida siempre confabula dando sorpresas y oportunidades, estando en la clínica, y con apenas dos años de ejercicio profesional, surge la posibilidad de crear la Escuela de Terapia Ocupacional en la Universidad Andrés Bello, un desafío dulce y agraz, pero que sin duda volvería a repetir. Pensar, sentir y escribir la escuela, fueron los primeros pasos para consolidar el proyecto que dirigí por unos intensos, agitados y emocionantes ocho años.
¿Cómo es su relación con los alumnos?
Como siempre he creído que las personas tenemos la posibilidad de construir nuestro propio destino, siendo conscientes de dónde estamos y de dónde venimos, decidí hacer de mi vida un eterno aprendizaje. Los estudiantes con quienes tengo la oportunidad de compartir, seguramente piensan que yo soy la que enseña algo, pero la verdad es que son ellos quienes siempre me muestran una manera diferente de conocer el mundo; han sido grandes maestros y maestras que por 16 años me han enseñado que dentro y fuera de la sala de clases los saberes se comparten, se acompañan, se validan, y se reconstruyen día a día; en un hacer y reescribir permanente de la escuela. Por cierto, que también incluyo en esos aprendizajes las actividades formales de postgrado, con diplomados, magíster y doctorado que he realizado, pero eso formalidad, aunque necesaria, no me parece tan atractiva como aprender en terreno-práctica-vivencia, por medio de uno de mis grandes placeres que son los viajes (dibuja una pícara sonrisa y eleva un profundo suspiro). Esto claramente amerita un capítulo aparte.
Ha viajado por el mundo, ¿cuánto lo disfruta?
¡Ser viajera y no turista! esa es la consigna de quienes disfrutamos de movernos por alguna parte del mundo, más allá de las fronteras territoriales, idiomáticas e ideológicas. Compartir con otras personas y sus culturas, permite darnos cuenta de la inmensa riqueza que existe más allá de nuestras paredes, más allá de la rumiante rutina en que nos deja disfrutar de los maravillosos lugares que están de éste y del otro lado de la cordillera. Mi hija, mi gran compañera de éste viaje que es la vida, alguna vez me preguntó ¿por qué decidiste que esa sería otra forma de enseñarme?, a lo cual le respondí que las aulas y los libros son una forma de aprender sobre la vida, pero la única manera en que la imaginación pierda los límites, es volando cada vez más y más lejos. Así, entre trabajo y compromisos de todo tipo, me reservo en el calendario los días perfectos, para un lugar perfecto. Un buen mapa, un itinerario con muchos espacios para las sorpresas.
¿Cuál es su libro preferido y por qué?
Por supuesto, “El elogio de la lentitud. La promesa de una vida sin prisa” (libro de Owe Wikströn, 2001) son mis indispensables cuando armo la maleta; no importa si el destino es nacional o internacional, sola o acompañada, siempre es el decreto es el mismo: ¡sorpréndete!
¿Cómo se define?
Como en mi vida he experimentado que mientras más aprendo más libre soy, en mi cuarentena de vida, me declaro una mujer libre, ni casada, ni divorciada, ni viuda, ni soltera…No!, libremente feliz, y eso es lo que deseo diga mi ánfora cuando por fin mi espíritu abandone las fronteras del cuerpo. Feliz de mandarme sola, de no dar explicaciones y no estar aprisionada de un otro siempre demandante, poder ir y venir sin negociar las sutiles ataduras que muchos intentan disimular. (Otra vez, una sonrisa para nada sutil).
¿Qué aspectos han movilizado su vida?
La consigna esencial que ha movilizado mi vida: a) aprender se logra aceptando los desafíos que te entrega la vida; b) aprendemos juntos en un diálogo continuo de inter-saberes; c) cuando cruzas las fronteras, personales y territoriales, realmente aprehendes de la vida; d) es posible que la libertad sea una utopía, pero por favor, no me lo cuentes.
¿Cómo se ve en 10 años más? ¿En qué escenarios imagina que estará?
En 10 años más, ni idea donde estaré. Seguramente haciendo otro postgrado, escribiendo otro libro, exponiendo en algún congreso, renovando el pasaporte, o inventándome una vida sin prisa. Aunque si soy sincera, tengo claro los perfectos escenarios futuros donde quiero estar, pero esos se los dejo a la imaginación para que se inventen el perfecto final para este cuento.
Escrito por: Sonia Tamayo