Conoce a tu «profe”: Dr. Fernando Astudillo, cómo fue ser un universitario a los 31 años y hoy profesor a los 74
El Dr. Fernando Astudillo lleva 14 años como académico de la Facultad de Odontología de la U. Andrés Bello. Su historia es diferente y el cariño por sus alumnos es a prueba de todo. Para conocerlo.
El Dr. Fernando Astudillo (74) emite dos frases potentes que describen su vida como profesional: “Me encanta el contacto con mis alumnos” y “he vivido la profesión a una edad diferente a la que la vive la mayoría de los colegas”.
Efectivamente, el académico de la Facultad de Odontología de la U. Andrés Bello – encargado del curso de Preclínico Integrado– estudió en la Escuela Dental de la Universidad de Chile y se tituló como Cirujano Dentista en abril de 1981, cuando ya tenía hijos y familia, mayor a sus compañeros veinteañeros.
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– ¿Por qué decidió estudiar Odontología?
Desde niño sentí atracción por las profesiones de la salud, es muy común que a esa edad uno piense en la Medicina y quiera ser “doctor”. Ahora, ¿por qué la Odontología? Mi esposa Myrna trabajó en el departamento de Radiología Dental del Hospital Barros Luco, entre los años 1965 y 1974, y allí entonces conocí varios odontólogos con los cuáles conversaba y supe de la Odontología. Ahí nació mi interés por esta profesión.
– ¿Tiene alguna anécdota de su época como universitario?
No sé si calificarlo como una anécdota, pero en los tres primeros años de la carrera, me veía en la necesidad de transformar mi personalidad tres veces al día, en un momento ser esposo y padre, en otro un empleado administrativo en la empresa donde trabajaba, con compañeros adultos y la mayoría casados y luego un estudiante universitario con compañeros de entre 18 y 20 años. Un especial recuerdo y agradecimiento a los compañeros de la Escuela Dental, desde el principio me acogieron muy bien y pude mimetizarme con ellos a pesar de la diferencia de edad. En todo caso una época que, sin ser fácil, fue muy bonita y que volvería a vivir gustosamente.
– ¿Cómo era como estudiante?
Considero que fui un buen estudiante. Terminé la carrera sin haber repetido ningún año. A lo anterior, ayudó la edad que tenía y mi condición de casado con 2 hijos, cuándo entre a estudiar, tenía muy claro que debía esforzarme al máximo y así lo hice.
– ¿En qué momento llegó a la docencia?
Recién en el 2000, a los 56 años. Esto porque entré a estudiar la carrera en 1975, con 31 años, casado y con dos hijos y, una vez recibido, me vi en la obligación de ejercer la profesión para poder cumplir con mis obligaciones familiares. Desde entonces he vivido la profesión a una edad diferente a la que la vive la mayoría de los colegas. Comencé como docente de Biomateriales en la Universidad Mayor, donde me acogieron los profesores doctores Tito Alday y Alejandro Garrido y, luego, ellos mismos me trajeron, el 2004, a la UNAB.
– ¿Qué es lo que más le agrada de ser académico?
El contacto con los alumnos. El poder guiarlos en el aprendizaje en este primer contacto que tienen con la profesión, transmitirles mis vivencias y que logren entender que, si se lo proponen y actúan con seriedad y responsabilidad, pueden llegar a la meta. Es muy bonito encontrarse, después de varios años, con colegas que en el paso por la asignatura de preclínico fueron alumnos directos y que digan que el grano de arena que uno les aportó en su formación significó mucho para ellos.
– ¿Qué es lo que más destaca de la Facultad de Odontología de la UNAB?
La manera como define la formación del futuro odontólogo, con un modelo educativo en el que no solo se considera el conocimiento y la habilidad manual, sino que también se preocupa de fomentar las condiciones humanas de sus estudiantes, de forma que, cuándo egresen, puedan integrarse plenamente al campo laboral, en particular, y a la sociedad, en general.
¿Tiene algún hobby? ¿qué le gusta realizar en su tiempo libre?
En los años mozos practiqué deporte, fútbol, el que jugué hasta pasado los 50 años. En la actualidad mi entretención son dos nietos, que tienen poco más de un año, Simón y Mía. Simón vive con nosotros y con él me entretengo mucho.
– ¿Qué hizo en sus últimas vacaciones?
Me dediqué a descansar en la casa, porque estamos realizando una ampliación en ella. La presencia de maestros trabajando nos obligó a permanecer en la casa. Pero el descanso fue suficiente para reponer energías y disponerme a enfrentar el año con todas las fuerzas.
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– ¿Cuáles son sus sueños en lo profesional y en lo personal?
A esta edad, los sueños son de corto plazo. En lo profesional, mi principal actividad, en la actualidad, es la docencia, y mi sueño es desempeñar de la mejor manera la función de Profesor encargado de la asignatura de preclínico, cargo el que se me encomendó a partir del año pasado. Preclínico es una asignatura de máxima importancia en la formación del futuro odontólogo. Es el primer acercamiento que el estudiante de la carrera tiene con la profesión. Es el momento en el que además de empezar a adquirir conocimientos y desarrollar su habilidad manual, también comience a adquirir buenos hábitos. Debe comenzar a hacer suyos conceptos tales como respeto, puntualidad, presentación personal, orden, planificación, autocrítica, rigurosidad, exactitud, etc. En lo personal, que la salud nos acompañe, junto a mi señora, y nos permita acompañar a desarrollarse a nuestros hijos, junto a sus familias, y poder ayudarlos cuando sea necesario.
-Si volviera a nacer, ¿cambiaría algo de su vida?
Todo lo vivido ha sido siempre una experiencia positiva, hasta los traspiés experimentados han significado una enseñanza. Por ello, no cambiaría nada de mi vida. Con los defectos y virtudes que tenemos todos los seres humanos, no cambiaría ni a mis padres ni a mis hermanos, ni a mis hijos y ni a mi esposa, pilar fundamental en haberme convertido en un profesional odontólogo. Tampoco cambiaría la profesión estudiada. Estoy orgulloso de como la he ejercido, si bien con mi actuar como odontólogo, no le he dado glorias a la profesión, tampoco la he desprestigiado. De esto último, pueden dar fe todos los pacientes a los que he atendido durante los 37 años.
Escrito por: Sonia Tamayo