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¿Qué tan mal comemos los chilenos?

Los académicos de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad Andrés Bello sede Concepción, Kristian Bühring y Marcelo Fernández analizan la dieta de los chilenos y los hábitos adquiridos que han traído indeseadas consecuencias.

Comemos 90 kilos de pan por año, tomamos 160 litros de bebidas per cápita y consumimos 87 kilos de carne. Los chilenos usamos el doble de sal de la recomendada por la OMS y dos veces el azúcar promedio del resto de los países. Sin embargo, apenas completamos un tercio de las frutas necesarias y una quinta parte de las verduras y cada vez son más los alimentos nutricionalmente valiosos que descartamos de nuestra dieta.

El director de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad Andrés Bello sede Concepción, Kristian Buhring¸ explica que la alimentación es un proceso por el cual ingerimos nutrientes, y que “no consiste sólo en satisfacer nuestras necesidades fisiológicas como crecimiento, desarrollo, reparación de tejidos, entre otros, sino que también las emocionales, culturales y sociales”.

Existen, en consecuencia, múltiples factores que influyen en cómo se modifica en el tiempo la alimentación de los grupos poblacionales. “A mediados de 1800 prácticamente el 70% de la población vivía en sectores rurales los que se abastecían de una alimentación propia de su propia producción, y consistía principalmente en productos de origen vegetal y en menor cantidad de origen animal.  Su alimentación dependía de forma muy importante de las variaciones estacionales, con una marcada tendencia de ciertos alimentos que estaban disponibles solo en ciertas épocas del año. Esto provocaba que su alimentación fuese poco variada y que no siempre se encontrara disponible. Esta alimentación además era de un gran volumen para satisfacer las necesidades energéticas del exigente trabajo que se desarrollaba en los quehaceres del campo”, describe el especialista.

Pero las cosas cambiaron y con el pasar de los años esta proporción entre la población urbana y rural se modificó, impactando además el patrón alimentario de forma dramática.

“Los factores que han condicionado la alimentación de la población desde esa época hasta la actualidad, están relacionados con el nivel socioeconómico, el ingreso familiar, la disponibilidad de alimentos, los hábitos alimentarios, y la publicidad, las migraciones, oferta de alimentos industrializados, fast food, redistribución del tiempo para tareas del hogar, entre otros”, agrega Marcelo Fernández, secretario académico de Nutrición y Dietética en la UNAB.

Todo esto, agregan los expertos, ha derivado en una alimentación “que no es la más adecuada y ha sido uno de los factores más determinantes de la salud actual de la población”.

Los cambios en los estándares de vida de la población actual han generado no sea necesariamente una prioridad del grupo familiar, sino que principalmente busca satisfacer necesidades energéticas, de sabor y saciedad.

Producir los propios alimentos ya no es una opción real en los volúmenes que se requieren debido al escaso tiempo que se puede destinar a esto. Sumado a la alta oferta, publicidad y disponibilidad de alimentos industrializados, los que son de un costo relativo menor, pero con una muy baja calidad nutricional y una elevada densidad energética.

 

Lo que hemos perdido

Es así como el consumo de alimentos industrializados ha ido en constante y sostenido incremento deteriorando el consumo de la alimentación de origen natural.

Los consumos de cereales integrales (trigo, arroz, avena, etc.) han ido disminuyendo en la población en los procesos de industrialización.

La disponibilidad y consumo de legumbres ha disminuido sustancialmente en las últimas décadas ya sea por su mayor tiempo de cocción, hábito alimentario y por asociación a comida de poblaciones de menor ingreso

El consumo de lácteos se ha visto condicionado además por interpretaciones y asociaciones erradas o poco claras con enfermedades como el cáncer, intolerancias y/o alergias.

A pesar de tener una larga costa que abastece de productos del mar, el consumo de pescados está por debajo de lo esperado.

“Ha habido un aumento en el consumo de carnes rojas, embutidos, bebidas azucaradas y alimentos ricos en sodio y grasas saturadas. Especial énfasis hay que darle al consumo de alimentos ricos en azucares refinados y grasas, los que además de ser potenciadores del sabor, son los ingredientes alimentarios que le agregan más calorías a los alimentos que consumimos”, describe Fernández.

Cada vez comemos menos “alimentos de campo” basando nuestra alimentación en alimentos procesados y ultra procesados, los cuales, junto con no aportar necesariamente buenos nutrientes, contienen una cantidad de aditivos asociados a sus procesos de producción y conservación y permiten un sabor, color, aroma y durabilidad por sobre lo normal.

 



Consumo alimentario del chileno:

  • frutas: 1 porción al día por persona (recomendación 3 porciones al día)
  • verduras: 1,3 porciones al día (sólo el 15% población cumple recomendación de consumo de 5 porciones)
  • cereales integrales: sólo el 11% población consume cereales integrales
  • pescados y mariscos: 39% población consume 1 o más veces a la semana, es decir, 7 kilos al año, frente a 87 kilos anuales de otras carnes
  • bebidas: 160 litros per cápita al año
  • sal: 9.8g al día (5g/d recomendación OMS)
  • pan: 90 kilos por persona al año
  • azúcar: 46 kilos por persona al año (el doble que otros países)
  • 44% del gasto mensual en alimentos, se destina a bebidas, pan y otros carbohidratos.

Escrito por: Tania Merino