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Acercarse a otros, minimiza el efecto emocional del terremoto

Frente a experiencias dramáticas el apoyo de los cercanos y la comunidad permiten reestablecer con más fluidez la normalidad. Es una reacción instintiva, por eso quienes manifiesten una actitud contraria pueden estar viviendo una negación de lo ocurrido, producto del trauma. Dentro de los efectos del terremoto de la madrugada del 27 de febrero hay […]

Frente a experiencias dramáticas el apoyo de los cercanos y la comunidad permiten reestablecer con más fluidez la normalidad. Es una reacción instintiva, por eso quienes manifiesten una actitud contraria pueden estar viviendo una negación de lo ocurrido, producto del trauma.

Dentro de los efectos del terremoto de la madrugada del 27 de febrero hay uno que se repite en muchas personas: el deseo de compartir y juntarse con otros, de abrazar, de estar en grupos. Querer estar cerca de la familia, reunirse con los amigos e incluso ayudar a quienes no se conocen, es una conducta que nace espontáneamente y se reitera en todo el país.

Una situación extrema, como el terremoto y sus devastadores efectos, producen una sensación de “sin sentido” en la vida de las personas”, explica Miguel Reyes, sicoanalista y académico de la Escuela de Psicología de la Universidad Andrés Bello. Al no saber qué paso, cuántas son las víctimas, si todos los conocidos se encuentran bien, entre otras experiencias, producen un efecto de pánico e incertidumbre.

Una experiencia como el terremoto destruye las principales referencias, como el lugar en que se nació, que son pérdidas muy relevantes en términos de identidad. “Por lo tanto -complementa el sicólogo- las personas necesitan reconstruir esas referencias para recuperar ese sentido de vida”.

Efecto comunidad

¿Cómo se parte ese proceso? En ausencia de referentes geográficos, producto de la devastación, las personas apelan a lo más primario: la relación con los otros. De esa forma, sostiene Miguel Reyes, el vecino ya no es un enemigo, sino un espejo de reconocimiento para quien soy yo, nace una necesidad de filiación y de restituir el efecto comunidad. La familia, los vecinos, los amigos, todas las relaciones, permiten sentirse parte de un entorno.

Buscar a otros, por lo tanto, es una reacción natural en la actual circunstancia, es una forma instintiva de buscar ayuda: “Se produce una configuración de las prioridades y se ve a familias que han vivido situaciones dramáticas y gracias al apoyo de sus cercanos, lo asumen de una forma positiva. Esa vivencia requiere de la mediación con el otro para reestablecer la normalidad y los vínculos”, dice el especialista.

Lo que estamos viendo ahora con las grandes cadenas de ayuda solidaria responde a  conductas muy primarias del ser humano de colaboración. “Se retoma el trueque que con el dinero se olvida y se ven gestos de mucha generosidad”, asegura el sicólogo de la U. Andrés Bello.

Sin embargo no todas esas redes se mantendrán. Gradualmente muchas de ellas se perderán junto con el proceso de restituir la cotidianidad: “Al reconstruir la casa, volver al trabajo, las relaciones inmediatas y comunitarias se distanciarán, porque se volverá a lo cotidiano y las relaciones más instrumentales”, concluye Miguel Reyes.

Negación y soledad

Lo natural y esperable tras un terremoto como el que vivimos los chilenos es recurrir a los demás, pero algunas personas frente a la tragedia pueden reaccionar de forma opuesta: aislándose.

Estas personas viven de una forma autosuficiente y se cierran tras el trauma, dice el sicólogo Miguel Reyes. Pero ese es un mecanismo de negación, advierte, es no aceptar lo que sucedió. Se niega a nivel racional, pero muchas veces se constatan efectos físicos como pérdida de apetito y alteraciones digestivas, entre otras.

Frente a este comportamiento se debe estar alerta, agrega el sicólogo, porque no es lo esperado, por el contrario, tras un evento traumático debiéramos estar disponible al encuentro con el otro.

Paulina Sepúlveda

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Escrito por: Prensa-UNAB