Los cambios más relevantes en la salud y calidad de vida de los chilenos de los últimos 60 años
Según muestra la sección salud del libro “Chile en Cifras: Observatorio de Tendencias Sociales”, elaborado por la Universidad Andrés Bello y DataVozChile, se han logrado notables avances en salud pública en el país: disminución de la tasa de mortalidad, aumento de la esperanza de vida de sus habitantes y la reducción de la tasa de mortalidad. El estudio revela además un importante […]
Según muestra la sección salud del libro “Chile en Cifras: Observatorio de Tendencias Sociales”, elaborado por la Universidad Andrés Bello y DataVozChile, se han logrado notables avances en salud pública en el país: disminución de la tasa de mortalidad, aumento de la esperanza de vida de sus habitantes y la reducción de la tasa de mortalidad. El estudio revela además un importante cambio epidemiológico, que muestra hoy como principales causas de muerte de la población el sedentarismo y el alto consumo de tabaco, muy distintas a las que predominaban hace 30 años.
I MENOS MORTALIDAD EN CHILE: aumento en la esperanza de vida
En Chile los avances en el ámbito de la salud pública y privada se reflejan en un sostenido descenso en la tasa de mortalidad de la población: hoy fallecen poco más de 50 personas por cada 10.000 habitantes. Muy distinto a lo que sucedía a mediados del siglo pasado cuando morían 136 personas por cada 10.000 habitantes al año, es decir, poco más del 1% de la población.
La tasa de mortalidad entre 1950 y 1955, era 136, cifra que fue disminuyendo rápidamente en las décadas siguientes, pasando a 100 entre 1970 y 1975, 60 entre 1985 y 1990 y 52 en 2010. Sin embargo las proyecciones para las próximas décadas muestran un claro aumento en la tasa de mortalidad, superando 60 en el quinquenio 2020-2025 y 100 entre los 2040 y 2045. Este comportamiento epidemiológico se explica por el descenso en las tasas de natalidad y el consecuente envejecimiento de la población en Chile: se espera que esta tasa aumente a 109 defunciones por cada 10.000 personas para el año 2050.
Cuando se analiza la tasa de mortalidad por tramo etario, también se aprecian cambios favorables. En 1960 la tasa de mortalidad de menores de un año alcanzaba 1.431, la que fue disminuyendo de manera sostenida. Ya una década después era 745 y en 2007 figuraba con apenas 82 por cada 100 mil nacidos vivos. Para los mayores de un año y menores de 14, las cifras en 1960 eran 40 y para 2007 disminuyeron a una tasa de 2. Para aquellos entre 15 y 29 años, también se produjo una disminución, pasando de una tasa de 26 en 1960 a 7 en 2007. En tanto, para la población entre 30 y 59 años, la tasa pasó de 84 a 26 en el mismo periodo, y en el caso de los mayores de 60 años, era de 507 en 1960 y hoy alcanza 350.
Otro elemento significativo de los cambios en salud y las mejoras en cobertura, es la disminución de las tasas de mortalidad en ambos sexos. En 1950, la tasa de mortalidad para los hombres era de 161 y para las mujeres de 139, una década después las cifras disminuyeron a 136 y 114, respectivamente. Tendencia que se ha mantenido, así en 1980, la tasa de mortalidad para los hombres era de 74 y 59 para las mujeres, en 1990 fue 67 y 52, en el 2000 56 y 46, y en 2007 las tasas fueron 61 y 52, respectivamente.
En el caso evolución en los últimos 50 años de la tasa de mortalidad materna y considerando partos con atención profesional, muestra que si en 1960 fallecían 27 madres por cada 10 mil nacidos vivos. Esa cifra fue disminuyendo paulatinamente para transformarse en 18 en 1970 y 2 en 1996. Además, los datos del ministerio de Salud con respecto a los partos con atención profesional, muestran que en 1960 el 67% de los partos recibían atención profesional, lo que se eleva 40 años después a un 100%.
Para Héctor Sánchez, Director del Instituto Salud y Futuro de la Universidad Andrés Bello, todos estos avances se explican porque el país se ha beneficiado de sus propios éxitos sanitarios, producto no sólo de acciones de salud sino también de medidas de mayor impacto: “Tener cifras cercanas al 100% de la atención del parto hospitalizado ha generado una importante baja en la mortalidad materna e infantil neonatal. Las medidas sanitaria, como altas coberturas de agua potable y alcantarillado, entre otras, han tenido fuerte impacto en patologías infecciosas”.
II CAMBIOS EPIDEMIOLÓGICOS: de las infecciones al mal cardiovascular
Del mismo modo, sostiene Sánchez, el incremento en los niveles socioeconómicos y de calidad de vida han influido en forma importante en los indicadores de mortalidad, morbilidad y esperanza de vida al nacer. En ese sentido, “la baja tasa de natalidad unida a una mayor esperanza de vida, están generando no sólo un cambio importante en el perfil demográfico hacia un mayor envejecimiento de la población, sino que también ha cambiado el perfil epidemiológico hacia un perfil de enfermedades crónicas”, sostiene el experto.
Datos que son confirmados en la encuesta Bicentenario de la Universidad Andrés Bello: seis de cada diez entrevistados declaran que alguna vez en la vida él/ella o una persona de su hogar fueron diagnosticados/as con una enfermedad crónica. Al consultar por el tipo de enfermedad los encuestados señalan que han sido cardiovasculares (37%), metabólicas (17%), neurosiquiátricas (13%), digestivas (13%) y osteoraticulares (11%). Todas ellas han experimentado un alza con respecto al año 2000 (Encuesta Calidad de Vida del Minsal), con excepción del grupo de enfermedades digestivas, que se mantiene estable.
El ex superintendente de isapres y académico la Universidad Andrés Bello, Manuel Inostroza, establece que esas cifras tienden a ratificar los cambios epidemiológicos y demográficos que ha experimentado la población: “Al analizar las 15 principales causas de muertes entre 1972 y 2007, desaparecen de los primeros lugares las patologías infecciosas, como bronconeumonía y neumonías, y priman ahora las enfermedades cardiovasculares y las relacionadas con tumores”.
Estos cambios epidemiológicos se relacionan, indica Inostroza, con el estilo de vida de las personas, que hace diez años se manifestaban de manera incipiente y que están perfectamente consolidados a fines de la primera década del siglo XXI. “Chile pudo controlar patologías del tercer mundo que eran características de un país en vías de desarrollo, como las infecciosas y parasitarias, pero ahora debe hacerse cargo de enfermedades propias de países desarrollados que se relacionan con patologías crónicas a estilos de vida no saludables, como la obesidad, sedentarismo y consumo de cigarrillo”, aclara.
Cambios epidemiológicos que en Chile han sido experimentados en forma muy rápida, indica Inostroza. Ajustes demográficos y epidemiológicos que en Europa se desarrollaron en cien años, en el país se manifestaron en un periodo de 50 años.
Causas de muerte
Esa transformación explica hoy que las causas de muerte más importantes estén asociadas a enfermedades no transmisibles y crónicas que afectan principalmente a la tercera edad, como tumores y enfermedades del sistema cardio-circulatorio. En 1972 un 11% de las muertes fue a causa de tumores y un 21% por enfermedades del sistema cardio-circulatorio. Para el 2007 estos porcentajes habían aumentado a un 24% y un 28%, respectivamente.
Las enfermedades endocrinas, metabólicas e inmunitarias, también muestran un aumento de un 2% a 5%, y las relacionadas con el sistema nervioso central y órganos sensoriales de 2% a 3%. En tanto, aquellas asociadas con el sistema respiratorio, presentan una notable disminución del 16% al 10%, junto con las ligadas al sistema digestivo se reducen de un 9% al 7%, las infecciosas y parasitarias de un 9% a 2% y las de origen perinatal de un 7% a 1%.
En 1972 las causas más frecuente de muertes eran la bronconeumonía con 11% del total de las muertes, la cirrosis y otras enfermedades crónicas asociadas al hígado representaban el 5%, al igual que el infarto agudo al miocardio. Mientras que las infecciones intestinales representaban el 4% y las enfermedades cerebrovasculares agudas representaban un 4%.
El panorama se presenta diferente en 2007, cuando el infarto agudo al miocardio encabeza la lista de las 15 causas más frecuentes de muertes, seguida por los tumores malignos del estómago, accidente vascular encefálico agudo y tumor maligno de los bronquios y el pulmón con un 3%. Lo mismo ocurre con la demencia, enfermedad que hace 30 años ni siquiera aparecía dentro de las más frecuentes y que actualmente alcanza un 2%. Lo mismo sucede con el tumor maligno de la próstata, que presenta igual porcentaje.
Si se analiza por género, el 24% de las causas de muerte de las mujeres, hace 30 años, correspondía a las relacionadas con el sistema cardiocirculatorio, cifra que hoy aumentó al 30%. Los tumores en la población femenina también se han elevado de un 13% a 25%, así también las endocrinas (de 2% a 6%) las del sistema nervioso central y órganos sensoriales (de 2% a 4%). Las patologías que han disminuido, en cambio, son las relacionadas con el sistema respiratorio (de 17% a 11%), digestivo (8% a 6%), las infecciones y parasitarias (9% a 2%) y aquellas relacionadas al feto y recién nacidos (7% a 1%).
En el caso de los hombres, se aprecia un aumento en las enfermedades del sistema cardiocirculatorio, de 19% en 1972 a 27% en 2007, los tumores de 10% a 23%, las endocrinas de 2% a 5%; las relacionadas con el sistema nervioso central y órganos sensoriales de 2% a 3%, los desórdenes mentales de 1% a 2%. Las relacionadas con el sistema respiratorio, en tanto, disminuyeron de 15% a 9%, las del sistema digestivo de 10% a 8%, las infecciosas y parasitarias de 9% a 2%.
Sin duda la enfermedad cardiovascular crónica tiene una alta incidencia en hombres registrándose en la Encuesta Bicentenario un aumento de un 21% en la última década, con un 37% de los encuestados con este diagnóstico. En el caso de las mujeres el aumento fue de un 11% a un 37%. Llama la atención que la segunda patología más frecuente en hombres y mujeres entre 2000 y 2010, cambiara de digestiva crónica (con un 14% en promedio) a la metabólica crónica (con 17% ).
El nivel socioeconómico bajo es el que más ha evidenciado un aumento de la enfermedad cardiovascular crónica, registrando un 34% de los encuestados en 2010 con este diagnóstico. Todas esas transformaciones, indica Héctor Sánchez, implican modificar el modelo de atención en salud. “Se debe establecer una estrategia más decidida de que la que hemos mantenido como país hasta ahora en acciones orientadas al fomento y protección de la salud, promoviendo en la población conductas de vida saludable. Para influir efectivamente en una reducción de la incidencia y prevalencia de enfermedades crónicas”.
Además, complementa el experto, los sistemas de salud deben desarrollar estrategias para atender a la población cuando ya han sido diagnosticados con enfermedades crónicas, para poder mantenerlas compensadas y así evitando las consecuencias de cuidar a enfermos crónicos cuyas patologías están descontroladas, como sucede, por ejemplo, con la diabetes o los hipertensos.
III ESTILOS DE VIDA: Estrategias de cuidado para mejorar la salud
Y el estilo de vida de los chilenos no acompaña a un futuro con mejor salud. La población en su mayoría sedentaria, presenta preocupantes hábitos de consumo de tabaco. Según muestra la Encuesta de Población General de Conace, el 28% de la población entre 12 y 64 años fuma a diario, cifra que ha disminuido en comparación a 2002 (31%). En el tramo de 12 a 19 años el consumo es preocupante y uno de los más altos de la región: 16%. El nivel de tabaquismo en personas de 20 y 29 años alcanza el 33%, entre los que tienen de 30 a 39 años 31%, para el grupo de 40 a 49 alcanza 33% y aquellos entre 50 y 64 años es de 26%.
Casi una quinta parte de las muertes del año 2008 pueden ser atribuidas al consumo de tabaco (17%). Cifra alarmante que prácticamente no ha fluctuado con el transcurso de los años (en 1985 correspondía a un 16%), y que recién el año 2005 propició la introducción de normas más restrictivas respecto al consumo de tabaco en recintos cerrados.
Según establece la encuesta, los índices de tabaquismo no han variado sustancialmente tanto en hombres como mujeres en la última década, manteniéndose en un promedio de 40% de quienes participaron del sondeo que manifestaron haber fumado en el último mes. Estas cifras son más preocupantes al verificar que en el mismo periodo, un promedio del 71% de los encuestados reconoció no haber practicado ningún tipo de deporte en el mes anterior a la encuesta.
Las políticas aplicadas para evitar el consumo de tabaco o reducirlo no han sido efectivas, sostiene el director del Instituto Salud y Futuro de la Universidad Andrés Bello, Héctor Sánchez: “La ley aprobada por el congreso aparentemente no está generando efectos positivos y podría deberse a que es aún muy permisiva en relación a las leyes que se están aplicando en otros países mas desarrollados, tales como Canadá y algunos países de Europa”.
Por lo tanto, el desafío para Chile es reducir eficazmente las tasas de consumo de tabaco como lo ha logrado EE.UU, sostiene por su parte Manuel Inostroza. “Chile se mantiene en el rango de consumo de 40%, cifra que no ha podido reducir, pero si logrará disminuirla hasta el 20% como si lo hizo Estados Unidos, disminuiría, al mismo tiempo, casi la mitad la carga actual de enfermedades atribuibles al consumo de tabaco”.
Para lograr ese objetivo, indica, se deben tomar medidas para evitar el consumo especialmente en los jóvenes, como sancionar de forma más punitiva su consumo social, elevar los impuestos relacionados al tabaco (con mayores niveles de control), para así encarecer el consumo. Además, se deben otorgar facilidades a terapias que han demostrado ser eficaces para quienes desean dejar de fumar.
En cuanto al consumo de alcohol, los hombres mayores de 12 años que declara haberlo consumido en el último mes en 1994 era un porcentaje de 51%, cifra que aumento a 60% en 2008. En el caso de las mujeres también se aprecia un aumento, si en 1994 el 31% señalaba haber consumido alcohol el último mes, en 2008 lo hacía alrededor del 40%.
A estos dos nada saludables hábitos, se suma el alto nivel de sedentarismo de los chilenos: un 66% de la población urbana, de acuerdo a la encuesta UNAB-Datavoz (2010), declaró no haber practicado deporte en el último mes por más de treinta minutos. Aunque la tendencia es a la baja (el año 2000 éste porcentaje se elevaba a un 76% de acuerdo a la Encuesta de Calidad de Vida y Salud de Minsal), todavía se requieren más esfuerzo para promover una mejor calidad de vida dentro de la población.
En cuanto a la práctica de deporte, según indica este mismo sondeo estatal, en 2000 sólo un 8% declaraba realizar ejercicio tres o más veces a la semana. Si bien las cifras no muestran grandes cambios en la ultima década, la encuesta refleja que es en el nivel socio económico alto donde disminuye el porcentaje de encuestados que manifiesta no haber practicado deporte o realizado actividad física, de un 73% en 2000 a un 52% en 2010, observándose casi la misma variación entre los cotizantes de Isapres con un 66% y un 50% en las respectivas fechas.
Algo similar ocurre con el estado nutricional de la población en control nutricional menor de 6 años (sobre 900.000 niños). De acuerdo al Departamento de Estadísticas del ministerio de Salud, un 22% de estos niños sufre de sobrepeso y un 9% de obesidad. Hábitos de consumo que pueden y deben ser modificados a la luz del alto costo que luego tiene que asumir la sociedad a raíz de todas las enfermedades que están asociadas.
El sondeo refleja además que en la última década se observa una tendencia general al alza en el consumo de legumbres, frutas y verduras y leche, quesillo y yogurt. En el caso de los dos últimos grupos, su consumo es mayor a medida que aumenta el nivel socioeconómico. Por su parte, el consumo general de mayonesa, queso, papas fritas, sopaipillas u otras frituras se ha mantenido estable. Sin embargo, mientras éste ha aumentado en los niveles socioeconómicos bajo y medio, ha disminuido en el grupo de alto NSE.
Con respecto a los grupos de carnes, el consumo de 2 o 3 veces a la semana o todos los días se ha mantenido estable en la carne de vacuno (49%) y la carne de pollo (60%). Sólo la carne de chancho, cordero, cecinas, vísceras, pana, chunchules y riñones experimenta variación, mostrando un alza de 8 puntos porcentuales (de 14% a 23%) en la última década.
Los encuestados manifestaron un aumento en el consumo de frutas y verduras a un 90% en 2010, versus un 82% en 2000. Al igual que con las legumbres, de 25% a 33% y la leche, quesillo y yogurt, de 59% a 68%. En el caso de alimentos como mayonesa, queso, papas fritas, sopaipilla u otras frituras, la variación en aumento fue más leve, de un 27% a un 28%.
Alto consumo de fármacos para el sueño
Llama la atención el aumento de medicamentos para dormir, estar más tranquilo, con menos pena o con menos angustia: un 22% de los encuestados reconoce haber tomado alguna vez en su vida, con una incidencia de un 27% en mujeres versus 17% en hombres. Mientras que un 33% de los encuestados con 60 años y más, contesta afirmativamente haberlos consumirlos. En todos los niveles socioeconómicos el consumo es similar.
De los encuestados que reconocieron haber tomado alguno de estos fármacos, un 82% dice haberlo hecho por receta de un médico, manteniéndose en rangos similares los pertenecientes a Isapres con un 77% con los de Fonasa o tarjeta de indigencia con un 86%. “Mucho de este consumo debe corresponder a automedicación, conducta que es muy peligra ya que son medicamentos que producen adicción, que no deben mantenerse a largo plazo y que cuando existe abuso, implica necesariamente el aumento de dosis para producir los efectos anteriores”, aclara Manuel Inostroza.
IV LA SALUD PUBLICA Y PRIVADA EN CHILE: Demanda y prestadores
Al analizar la distribución de la población por sistema de salud entre 1990 y 2009, se aprecia que ha mantenido una distribución similar entre el sistema de salud público y privado. De ese modo, si en 1990, el 73% de la población estaba en Fonasa, el 16% en Isapres y 11% en otros, en 2009 las cifras se distribuyen en 73%, 16% y 10%, respectivamente. Entre esos años, sin embargo, más de un 10% de la población se cambió del sistema público al privado, pero a partir del año 2000 la tendencia empezó a revertirse hasta alcanzar la distribución actual.
Al ver los ingresos por beneficiario se aprecia que en 1996 el ingreso promedio por beneficiario Fonasa era de $114.345, lo que en el caso de los beneficiarios de Isapres superaba los $200.000; para 2008 las cifras de ingreso eran $192.988 para Fonasa y $430.059 para aquellos usuarios de Isapres.
En efecto, según el sondeo, más de la mitad de los afiliados a FONASA preferirían estar en una Isapre si le alcanzara el sueldo (51%). Esta cifra se ha elevado más de 10 puntos porcentuales desde el 2002, cuando sólo un 40% estaba de acuerdo con esta afirmación. Son los jóvenes en mayor medida quienes preferirían estar en una Isapre si pudieran pagarla (58%), mientras que en el grupo de mayor edad un 48% expresa lo mismo.
Aquellos aspectos mencionados como los más importantes en una atención de salud son en general: que los tiempos de espera sean breves (58%), que el trato que recibe del médico y enfermeras sea respetuoso y amable (47%), y que se pueda elegir con quién y dónde atenderse (39%). Respecto de la satisfacción con el sistema de salud de los usuarios, 6 de cada 10 personas están muy satisfechas o satisfechas con él. Este porcentaje es mucho mayor entre los afiliados a Isapre (83%) que entre los usuarios de Fonasa (57%) u otros sistemas (58%), y más alto también entre los entrevistados de alto nivel socioeconómico (76%), que entre los grupos medio (60%) y bajo (56%).
En general, 7 de cada 10 entrevistados quedó satisfecho con la última atención de salud recibida, siendo esta cifra mayor en casi diez puntos porcentuales con respecto a una medición del año 2000. Esta satisfacción es marcadamente superior entre los afiliados a Isapre (85% satisfecho) que en los otros sistemas de salud, reflejando además un mayor aumento en la última década. Mientras que frente a las afirmaciones “en los hospitales públicos de Chile se atiende bien” y “en las clínicas privadas de Chile se atiende bien”, sólo tres de cada diez personas está de acuerdo con la primera frase, mientras que nueve de cada diez lo está con la segunda.
La valoración de la población del sistema privado de prestadores de servicios de salud, indica Héctor Sánchez, se entiende por una parte por las importantes diferencias en los niveles de calidad de los servicios privados respecto de los públicos y porque los tiempos de espera en uno y otro sistema de salud son muy diferentes. “La gente lo que desea es ser atendida bien y en corto plazo sin tener mayores preocupaciones si los sistemas son públicos y privados”, aclara.
Los resultados del sondeo dan cuenta que para las personas más que importarle si el prestador de salud es público o privado, lo relevante es quién les resuelva su problema de salud, sostiene Manuel Inostroza, es decir, que reciban calidad en la atención e información. “Cuando se logré pleno éxito en la implementación del bono Auge y que se liciten las listas de espera, se podrán solucionar los problemas de salud de los chilenos más pobres y de la clase media”, indica el experto.
Para esto, además, se debe considerar cambiar la política de financiamiento en salud, ya que no es posible sostener dos sistemas dicotómicos donde se segmenta a la población por riesgo y nivel socioeconómico. “Es necesario avanzar hacia el establecimiento de un plan garantizado de salud para toda la población y que se financie con una prima plana subsidiada para los más pobres y garantizando mayores grados de libertad para la población entre seguros sociales públicos y privados”, complementa Sánchez.
Lo anterior además requiere, indica, una reforma profunda a las Isapres, que deberían comportarse más como seguros sociales administrados por privados que como seguros privados de salud, no seleccionando por riesgo al ingreso, sin carencias ni preexistencias.
Puedes revisar este estudio en la Revista Sábado de El Mercurio.
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Escrito por: Prensa-UNAB