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DIARIO UNAB | “Una Mujer Fantástica”: menos respuestas y más preguntas

rel=»attachment wp-att-230917″>Los primeros 15 minutos de la multipremiada película chilena “Una Mujer Fantástica” expresan una cálida sensación de estabilidad. Quietud, que a ratos pareciera alejarse de los prejuicios que viven miles de transgéneros en Chile. Dificultades que aparecen como reflejo de los propios conflictos de nuestro país, dividido, diverso y multicultural. Orlando (Francisco Reyes) se […]

rel=»attachment wp-att-230917″>Los primeros 15 minutos de la multipremiada película chilena “Una Mujer Fantástica” expresan una cálida sensación de estabilidad. Quietud, que a ratos pareciera alejarse de los prejuicios que viven miles de transgéneros en Chile. Dificultades que aparecen como reflejo de los propios conflictos de nuestro país, dividido, diverso y multicultural.

Orlando (Francisco Reyes) se relaja en un spa y luego se dirige a un bar para ver actuar a su novia Marina (Daniela Vega), una cantante. Ambos celebran el cumpleaños de ella en un restaurant de comida china y luego regresan a su departamento. Él es un hombre cisgénero de 50 años. Ella, una mujer transgénero de 20. Se sienten tranquilos, la relación la han formado juntos y sin juicios. Eso hasta que Orlando, sufre un aneurisma fatal y antes que su cuerpo se enfrié, Marina, comienza a ser tratada con recelo y desprecio.

Avanzado el filme, la historia se nos hace un poco más familiar cuando Marina es cuestionada, acerca de su propia existencia cuando en el hogar que compartió con Orlando, el hijo de él le reclama el inmueble como herencia y le grita: ‘¡No sé lo que eres!’ y ella le contesta: ‘Soy lo mismo que tú’, absorbiendo un golpe que obviamente han recibido muchos y muchas en nuestro país. Porque, para algunos Marina es una ilusión; para otros, un monstruo y para los menos, una mujer fantástica. Fantástica, porque a pesar de que en sueños viaja al inframundo, emerge fortalecida y renovada. Fantástica, porque cuando sube una colina cerca del final de la película se eleva por encima del concreto, por encima de esa crueldad de la ciudad que está abajo para avanzar. Escenas de fábula, sí, pero también firmemente enraizadas en la realidad cotidiana de miles. Cotidianeidad desde donde, en lugar de exigir respuestas, deberíamos tratar de formular preguntas como ¿qué cuerpos podemos o no podemos habitar?, ¿qué historias de amor son válidas y cuáles no? o ¿por qué ciertos grupos oprimen a otros? Eso, y no el Oscar, hacen que esta película sea excepcional.

Por Daria

 

 

 

 

DIARIO UNAB N°33
Abril 2018

Escrito por: Prensa-UNAB